Tengo sentimientos encontrados con la presente novela. Conocí la literatura del autor gracias a sus cuentos en las revistas literarias Muerte Súbita y Crononautas. En ambas las historias eran muy distintas, pero el estilo de escritura sí cuidado y con tendencia a la creación de atmósferas o sangrienta o distópica. Sin embargo, eran relatos breves y su lectura no caía pesada o confusa debido al desarrollo entendible de la historia. Hela, en cambio, es otro mundo.
Basada en la mitología nórdica, la novela de Conde es una mezcla entre la ciencia ficción y la fantasía o literatura maravillosa. Su mundo nos lleva a una ucronía europea, en donde Dinamarca, Islandia, Finlandia, Noruega y Suecia se han unido para formar la Unión Nórdica como una manera de obtener ventaja en las guerras del petróleo y otras materias primas. Köil, uno de sus habitantes, vive hastiado de la sociedad hasta que conozca a Leylah y su amor por ella lo lleve a caminos que rompan su cotidianeidad y el orden de esta sociedad. Es un resumen no sé si justo con el libro, pero al menos sí se puede afirmar con certeza un hecho: el contenido no es amable con el lector, ni tiene que serlo. Veamos.
Trama
La sinopsis que se puede encontrar en la web de la editorial puede ser engañosa, pues a simple vista la novela podría tratar solo de un grupo revolucionario que intenta derrocar un sistema. Y en esencia lo es. Hela tiene los tópicos de este tipo de historias (gobierno que limita la libertad de sus ciudadanos, un aparente beneficio para los habitantes, personas rebeldes, una revuelta) y su desarrollo depende de ellos… pero no en un estilo típico.
La novela inicia con el asesinato de una excompañera de trabajo del protagonista, por lo cual él también será interrogado y tratado como sospechoso, aunque sin una obviedad inicial. Es durante su vida apática como camarógrafo de una empresa pornográfica en Helsinki que conoce a Leylah, con quien inicia una relación enfermiza y a la vez sincera. Y no, estas líneas no son el punto de arranque de la obra porque, literalmente, abarcan casi la mitad de los capítulos hasta que nos demos cuenta de las conexiones entre ella y el grupo revolucionario. No hay epicidad ni grandilocuencias durante el primer gran tramo. Como mencionaba, no es una distopía típica, entre otras razones, debido a que durante la primera mitad se asemeja más a una historia de realismo sucio, una mezcla entre Bukowski y Carver, que a Un mundo feliz o a Mañana, las ratas.
En tal sentido, el libro puede dividirse en dos grandes segmentos: la vida bohemia de Köil y la lucha contra el gobierno. Los sucesos entre ambas partes son distintos y podría llevar a la confusión cuando se transita de uno a otro. La primera parte transcurre sin prisas, con detalles sobre el cansancio del protagonista sobre la vida y las apariencias sociales en un entorno vigilado por cámaras y otros dispositivos, y la llegada de Leylah como punto de quiebre. La segunda parte parece no tener una continuidad con la primera ya que Köil ya no es el único centro de atención, aparecen otras voces protagónicas, los escenarios cambian de la cotidianeidad citadina al frío groenlandés y la historia empieza a correr hacia un suceso apocalíptico e inevitable (no es spoiler). Si el primero mantiene un tono intimista para mostrar el impacto del poder político en la vida de los ciudadanos, en el segundo se abandonan las individualidades para mostrar el panorama histórico y mitológico de esta ucronía.
Ahora bien, ¿por qué el texto no es amable? Intenté resumir el contenido total, pero durante la lectura es muy fácil preguntarse hacia dónde va la historia. ¿En qué momento surgirá la rebelión? ¿Habrá siquiera alguna? ¿Qué tienen que ver estas escenas de sexo desenfrenado con las deidades nórdicas anunciadas en la sinopsis del libro? Y aquí yace el que considero que es de los principales problemas del libro: el relleno a fogonazos. La segunda mitad, aunque confusa, aporta mucho a la trama, pero la primera se extiende de manera innecesaria en las mismas ideas sobre la relación tóxica entre Köil y Leylah mediante escenas breves, cortantes, candidatas a ser omitidas o reunidas en menor cantidad. Por eso puede ser difícil creer durante esos capítulos que la novela sea una distopía nórdica y no una novela realista sobre personajes bohemios.
El anterior punto también es una fortaleza. ¿Irónico? Aunque a mi parecer tiene páginas de más, ese desarrollo inesperado, que luego terminaría en una historia de corte colosal, es un giro de tuerca muy interesante a las distopías. Si recalco nuevamente este término es porque en pleno siglo XXI hay tantas que ya pueden cansar o caer en las mismas fórmulas sin alguna innovación. Hela no, y por esa expectativa generada entre la sinopsis y los primeros capítulos para saber cómo se llegará al peligro de un Ragnarök, el lector se mantiene enganchado. En otras palabras, deshilvanar su historia es un reto.
Una recomendación para leerlo es conocer la mitología nórdica. Si no se sabe quién es Hela, Loki, el Ygdrasil y otras entidades y componentes de su mundo, entonces se perdería parte de la riqueza del libro. Ese fue mi error.
Hela
El apartado más sencillo de comprender. Los personajes se encuentran muy bien definidos, no son planos y mantienen cierta diversidad de sentimientos y reacciones que permiten la evolución de sus personalidades, la necesaria para la trama. Durante la segunda mitad de la novela, estas construcciones se diluyen al punto de no poder reconocer a los mismos personajes. La banalidad humana da paso a entidades mitológicas cuando la revolución final contra la Unión Nórdica se prepare, de modo que la primera mitad es la que nos permite ver a los dos protagonistas en todo su esplendor, o sordidez.
Tanto Leylah como Köil son símbolos de la solapada soledad que disfraza la distopía de la UN. En el texto, sus historias sirven también como contraste entre la vida del resto de ciudadanos y ambos, quienes asumen de manera consciente su condición y, por ello, se atraen y repelen entre sí.
Loki según un manuscrito islandés del siglo XVIII
Y llegamos al aspecto más rompedor, a ratos frustrante, de todo el libro. Si la trama no desarrolla de manera típica su distopía, si sus personajes están bien delineados en la primera mitad, su lenguaje resulta un golpe tras otro al lector por un estilo subjetivista y confuso. Vamos por partes.
A diferencia de novelas que utilizan su prosa para mostrar las escenas de la historia sin intención alguna de darle otra función a la palabra, otras, como Hela o El golem (Gustav Meyrink), la imprimen de otras funciones más allá de la sencilla narración de sucesos. Ese “algo más” se traduce aquí como la creación de atmósferas, unas que representen el estado de ánimo de los personajes y no solo un suceso determinado. Si tenemos en cuenta que el ambiente en el que viven los protagonistas es sórdido más la insignificancia del ser humano frente a otros entes superiores, dos ideas claves de la novela, entonces no es extraño encontrarnos con pasajes como el siguiente:
No puedo levantarme. Es muy posible que huela un coño pulverizador que desprende suaves gotas y no lo sé. La capacidad para percibir el tiempo y ráfagas de polvo de hada casi microscópicas, cada vez que el espacio se resiente notablemente sus labios se frotan al andar. La calle me aplasta las sienes como un callejón de carne enfurecida cuando no puedes ni ver, ni oír, ni moverte. Tan solo puedo pensar abofeteándome con olor a basura y a contenedores destripados y no puedo moverme de una forma abstracta, poco concreta.
Su escritura puede resultar muy pesada para quienes buscan no ya un desarrollo ágil de la trama, sino un uso nítido de la palabra. Gracias al narrador protagonista, los sucesos aparecen bajo una capa intensa de subjetividad a favor del desarrollo del personaje, pero en desmedro del de la historia. No creo que sea un defecto, pero si una razón para aplicar la dichosa frase de “no es para todo el mundo”.
Lo que sí considero como defecto es el uso de lugares retóricos comunes en varios pasajes, sobre todo relacionados al amor por Leylah. El esfuerzo del autor por crear una prosa viva se ve minimizada en esos fragmentos rozando lo cliché y, aunque no estén mal de por sí, su simpleza choca con la complejidad del resto de la prosa y la historia. Al menos son los obstáculos de esa primera mitad (perdón por mencionarla a cada rato).
Leylah mira al techo con sus brillantes ojos perdidos y su minúscula pero poderosa sonrisa, sus pechos subiendo y bajando suavemente con su dulce respiración. Es como si hablara su placer.
Una última característica importante a mencionar en este apartado es la falta de secuencialidad en las escenas. Tal vez no capté del todo su utilidad, pero sí me fastidiaba entender el proceso de la historia cuando, de pronto, la escena siguiente contaba algo totalmente distinto, inconexo o cortante, a veces sin sentido. Durante los primeros capítulos esta técnica es entendible porque antes de conocer a Leylah esa fragmentación acompaña al estado depresivo del protagonista, pero luego lo veo innecesario.
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Me gusta diferenciar el gusto subjetivo de un análisis que pretende ser objetivo. En este caso, puedo decir que Hela no me gustó mucho, pero tiene suficientes méritos por sí mismo como para decir que el autor se esforzó en no crear una distopía más, sino en una con personalidad propia independientemente de si les gusta a algunos o no. ¿Es perfecta? No. Parte del desarrollo de la trama y la falta de continuidad en algunas escenas son sus mayores defectos, pero lo compensa con una atmósfera envolvente que obliga al lector a olvidarse de cualquier otro asunto, de modo que no solo sepamos, sino sintamos, la rebelión cada vez más apocalíptica de los personajes en pos de una escena final sublime.
En el panteón nórdico, Hela es la diosa del Helheim o el equivalente al inframundo, a donde van los muertos sin honor. Asimismo, es hija del dios Loki y Angrboda. Hay mayores relaciones de la mitología en la novela, pero estas son las básicas para comprender el subtexto de la historia.
Los protagonistas son reencarnaciones de estas entidades: Köil, de Loki, y Leylah, de Hela. Es decir, tanto padre e hija mantienen una relación incestuosa, algo curioso porque una de las maneras de rebelarse contra el sistema de la UN era ir en contra de su sistema de valores. Köil es consciente de su pasado mítico, pero en el Ragnarök no acepta su condición divina, sino humana, y le otorga sentido a sus tres relaciones más importantes durante el transcurso de su existencia, acaso también a toda la novela. Skaði fue la gigante con quien conoció la pasión y la frustración; con Inga Freyja conoció la compasión y con Leylah, el amor. La importancia de este último sentimiento es vital para el final de la novela, pero ya se hallaba presente durante la primera mitad. Es por amor a Leylah, o como una manera de romper su soledad, que Loki- Köil es capaz de llevar el mundo al apocalipsis y de seguir con el proceso a pesar del final de su relación.
En el fondo, Hela resulta en una historia de amor trascendente (más allá de lo humano y lo divino) cubierta por la lucha entre los Medianos o los seres nórdicos que gobiernan la Tierra y los rebeldes. Un dato curioso se halla en el Helheim, el lugar al que iba cualquier otro ser que no fuera un guerrero muerto en batalla, sino personas malvadas o de clase inferior. Irónico, pero significativo, que en el proceso inverso a la divinización de Köil Leylah ocupe un papel central, de modo que el «más allá» para el protagonista se libre de toda epicidad. Köil es Köil hasta el final, un humano solitario que había logrado dejar de serlo.
Detalles técnicos:
Género: Ciencia ficción
Editorial: Triskel
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 434