25 May
RESEÑA: El restaurante del fin del mundo, de Douglas Adams

Antes de ir directamente al libro, un preámbulo. Del total de los seis libros, la presenta novela es la segunda parte de la saga de los Autoestopistas galácticos, por lo cual si no leíste Guía del autoestopista galáctico y no deseas saber cómo finaliza, te recomiendo leerla primero. Aquí ya tiene su reseña en donde comento a grandes rasgos su trama, los personajes y su estilo de escritura.

Ahora sí, conozcamos un poco las otras aventuras de Arthur y compañía. Tras la publicación de la primera parte en 1979, en 1980 apareció El restaurante del fin del mundo, que también se encuentra basada en la radiocomedia escrita por Adams para la BBC en 1978. Si en la primera parte, aunque no existía un objetivo definido, los protagonistas descubrieron la verdadera finalidad de la Tierra, en esta segunda parte sí se intentará hallar al ser detrás del presidente de la galaxia, aquel quien realmente dirige la existencia del universo.

Recordemos: En la anterior aventura, el último destino fue el planeta Magrathea, hábitat de los ratones Benjy y Frankie —mascotas de Trillian— responsables de la creación del planeta Tierra como pieza de Pensamiento Profundo, matriz de última tecnología con la capacidad de ofrecer la estructura de la pregunta sobre el sentido de la vida, el universo y lo demás. Como el planeta fui demolido, ellos intentan apoderarse del cerebro de Arthur Dent para extraer dicha información al ser casi el único humano superviviente aparte de McMillan. ¿Por qué? Porque la única respuesta ofrecida por aquel sistema tecnológico fue 42. Luego de un poco de persecución, todos los protagonistas logran escapar en la nave Corazón de Oro y Zaphod le ofrece a Dent ir al Restaurante del Fin del Mundo.

Douglas Adams y el gato (guiño por la novela)

Trama

Prostecnic Vogon Jeltz, autor de la demolición de la Tierra, se prepara para destruir la nave Corazón de Oro en la que se hallan Arthur, Trillian, Ford, Zaphod y Marvin; la orden proviene de su psiquiatra Mediotroncho. Mientras, Arthur deja vulnerable al grupo al ordenar al sistema de la nave que aprenda a preparar té, por lo cual les quedan pocos minutos de vida a bordo… O les quedaría si no fuera por la sesión espiritista emprendida por Zaphod para convocar a su bisabuelo Zaphod Beeblebrox Cuarto y lograr escapar del blanco de ataque. El experimento funciona y, ante un enojado espíritu por ser convocado, todos —incluida la nave— desaparecen. Estos primeros capítulos conforman de manera implícita el prólogo del resto de sucesos.

Como ya mencionaba, esta vez las acciones se guían más objetivos que por el azar, aunque ello no impide los accidentes ni los eventos imprevistos, los cuales otorgan el efecto de aventura en planetas y personajes únicos. Por un lado, todo el grupo desea ir por fin al restaurante prometido por Zaphod, pero no solo el ataque de Prostecnic les malogra el viaje, sino el mandato del bisabuelo a Beeblebrox de encontrar al personaje que maneja los hilos políticos del universo. Por tal objetivo son trasladados hacia Osar Menor Beta, planeta de los edificios de la Guía del Autoestopista Galáctico (el libro dentro del libro), para hallar a Zarniwoop. Zaphod, separado del resto, sabe por sus dos cabezas que debe hallarlo sin conocer el porqué, y de esta manera los dos fines confluirán durante el resto del libro.

Para ordenarnos, veamos de manera breve los segmentos argumentales (no te preocupes, no cuenta como verdadero spoiler): a) El grupo atacado por Prostecnic Vogon; b) Planeta Osa Menor; c) El castigo y el encuentro con Zarniwoop; d) Miliways, el restaurante del fin del mundo; e) Los golgafrinchanos y el habitante de la cabaña. Comparado con la primera novela, aquí la saga tiene más eventos cruciales y un ritmo narrativo más definido. Sin embargo, tal vez ese sea un problema pues mientras el azar era clave para la historia del primer libro, en El restaurante del fin del mundo puede desentonar un poco. Por momentos, no se sabe hacia dónde apunta la trama y solo al transitar de un segmento a otro se va descubriendo los hilos principales y el sentido perseguido detrás de los constantes viajes.

Portada de la edición original en inglés

Personajes

Ya en este punto los lectores de la saga conocemos a los protagonistas y personajes secundarios. Por ende, y como ya los describí en la primera reseña, no volveré a mencionar cuáles y cómo son. Sin embargo, sí hay ciertos cambios en sus participaciones, así como añadidura de algunos secundarios más.

En primer lugar, siguen apareciendo los mencionados en “Trama”. El único problema recae en las intervenciones de Tricia, pues esta vez resulta mucho menos importante que en la primera parte y sus diálogos se limitan a pocos comentarios y breves diálogos con Arthur y Marvin. Siendo una de los dos únicos supervivientes de la Tierra, debió tener mayor relevancia… sobre todo por el final. Por otra parte, Prostecnic es el único secundario del primer libro en aparecer para ayudar a impulsar la trama. En ese sentido, su papel es excelente.

Sobre los nuevos secundarios, todos ellos son encontrados por los personajes tras llegar a distintos lugares, de modo que casi ninguno acompaña al grupo entre un segmento narrativo y otro. Casi nadie.

  • Gag Mediotroncho: su papel es importante y revelador para toda la historia. Es el psiquiatra de Prostecnic y quien verdaderamente controla sus desiciones, pues mientras el otro es puro furor y deseos de molestar al resto, Gag es manipulador y astuto. De hecho, nos enteramos que él fue quien realmente ordenó la destrucción de la Tierra con el fin de impedir el hallazgo de la Pregunta definitiva a la Cuestión sobre el sentido de la vida, el universo y lo demás. Así, seguiría teniendo pacientes; un método rentable. Por eso, ordena a Prostecnic destruir la nave Corazón de Oro junto con los humanos supervivientes, Arthur y Tricia.  
  • Zaphod Beeblebrox Cuarto: el bisabuelo de Zaphod Beeblebrox Primero, el del grupo protagonista. En vida no era cercano a su bisnieto, no era visitado por él. Es entendible, pues, su molestia cuando es resucitado solo para ayudarlo. En realidad, él debería ser Zaphod Beeblebrox Primero, pero por errores de contraceptivos y una máquina del tiempo la nómina de la descendencia se realizó a la inversa.
  • Roosta: el enviado de Zarniwoop. Se halla con Zaphod en los edificios de la Guía, Osa Menor, para guiarlo hasta el mencionado. Sin embargo, en el camino se hallan bajo ataque debido a que Zaphod, al robar la Corazón de Oro en la primera novela, es buscado por la policía espacial.
  • Gargrabar: el habitante de Ranestrella B, planeta desértico arruinado por su anterior sociedad y la aparición excesiva de zapaterías. Es un ente invisible separado de su cuerpo, con quien mantenía una relación romántica como consciencia hasta su disputa y separación. Vigila el Vórtice de la Perspectiva Total, creado para observar todo el universo.
  • Zarniwoop: su objetivo es encontrar al sujeto que rige el universo. Para ello, se encuentra con Zaphod para viajar juntos hacia el planeta de aquel ser en la nave Corazón de Oro. Sin embargo, el otro quiere ir realmente al restaurante.
  • Hotblack Desiato: antiguo conocido de Ford Prefect y representante del grupo de rock más estridente del universo, Zona Catastrófica. Su condición física no es totalmente clara, pero se halla entre el límite del estado vegetal y la muerte, pues no puede hablar, pero sí es capaz de comunicarse mediante fenómenos paranormales. En el aparcacoches del restaurante, tienen sus naves guardadas, una de las cuales les resulta muy hermosa a Ford y Zaphod…
  • Capitán golganfrichano: proviene del planeta Golgafrincham, el cual iba a ser destruido. Para salvar a sus habitantes, se decidió enviarlos en tres naves hacia un nuevo hábitat en el espacio sideral, de modo que el Capitán se ocupa de dirigir la nave B, es decir, el de la clase media. Su mayor obsesión son las bañeras puesto que se halla tres años mojándose y jabonándose, mientras los deberes son realizados por sus oficiales Número Uno y Número Dos, amable y súper estricto, respectivamente.

Milliways: el restaurante del fin del mundo. Ilustración de Adrian Mark Gillespie

Forma

Llegamos al principal cambio entre novela y novela. Guía del autoestopista galáctico no realizaba críticas directas a problemas sociales de nuestra humanidad, sino que, mediante indirectas y situaciones absurdas, el lector podía extrapolar las ironías hacia sí mismo y su sociedad. Sin embargo, y aunque se mantiene esa técnica cómica, El restaurante del fin del mundo resulta ser un poco más oscuro.

Esta vez, la comedia también tiene comentarios directos mediante la comparación entre situaciones cósmicas y vicios humanos. El narrador ahora es un poco más serio en estos momentos, aunque la comedia regrese más temprano que tarde. La catarsis se deja sentir con mayor impacto, como en el siguiente fragmento luego de una teletransportación:

Como de momento no quería moverse debido a que sentía una palpitación sorda y pesada, se quedó tumbado un rato y meditó. Pensó que el problema de la mayor parte de los medios de transporte consiste fundamentalmente en que no valen la pena. En el planeta Tierra, antes de que lo demolieran para dar paso a una vía de circunvalación hiperespacial, el problema habían sido los coches. Las desventajas que constituía el sacar del suelo montones de fango negro y pegajoso en zonas donde había estado oculto sin molestar a nadie, convirtiéndolo luego en alquitrán para cubrir con él el terreno, llenar el aire de humo y tirar lo sobrante al mar, parecía superar las ventajas de poder llegar más deprisa de un sitio a otro, en especial cuando el lugar al que se llegaba probablemente se había convertido, como resultado de todo ello, en un sitio muy semejante a aquel del que se había salido, es decir, cubierto con alquitrán, lleno de humo y sin peces.

¿Y qué ocurría con los rayos de transferencia de la materia? Cualquier medio de transporte que le despedazara a uno átomo por átomo, lanzando tales átomos por el subéter para luego volverlos a reunir justo cuando empezaban a gustar la libertad por primera vez durante años, tenía que ser una mala noticia.

Temas como la contaminación ambiental, la saturación de las ciudades y la estupidez humana son abordados de manera menos disimulada con la nueva característica del narrador.

Por otra parte, hay una mayor presencia de violencia explícita. No afirmo que de pronto es una novela gore, sino que en la presente ocasión se describen animales devorándose, habitante pobres y desnutridos de un planeta e, inclusive, se sugiere la muerte de un personaje aparecido desde el primer libro. Todo ello en una combinación entre sucesos y estilo escritural.

Por penúltimo, aunque la primera parte es mejor lograda, la segunda mantiene las escenas y humor irónicos y absurdos barnizados de cierta inocencia involuntaria de los personajes. Es más, no solo resulta ser un libro más de aventuras por doquier, sino que aporta al trasfondo del universo de los Autoestopistas y, aunque tiene un último tramo anticlimático, es mucho mejor que el primero. La revelación final merece de por sí todo el recorrido hasta ese punto.

Slartibartfast, quien construyó Noruega. Su papel en el final es clave

Sección spoiler: Arthur y la Tierra

En la primera novela tenía pena por Arthur Dent ya que la Tierra, su planeta y el nuestro, fue demolido. De un momento a otro su vida cambió radicalmente y sin ningún sentido ya para él, aunque su vida anterior no necesariamente haya sido muy satisfactoria. Aunque el humor del primer título aliviaba esa sensación para prestar atención al resto de personajes.

En El restaurante del fin del mundo la situación es distinta. Lo mencionado en “Forma” da a entender el casi sutil giro estilístico en el humor del libro al punto de sentir nuevamente desazón por Arthur, quien sigue sin un rumbo claro en sus viajes por el universo. Sin embargo, el final cambia su situación de modo impactante. Luego de huir de la nave de Zona Catástrofica y del sacrificio de Marvin (ojalá haya sobrevivido para el siguiente libro), el grupo es dividido en dos. Zaphod y Tricia regresan al Corazón de Oro y viajan con Zarniwoop al planeta de aquel que rige el universo, quien utiliza conceptos basados en la relatividad para relacionarse con el resto. En cambio, Arthur y Ford, en la nave B del Capitán golganfrichano, llegan a un planeta habitado por sujetos similares a trogloditas, incapaces de comunicarse en un lenguaje reconocido por el pez babel de Arthur (recordemos su habilidad de traducir cualquier idioma). Sin posibilidad de huir en algún medio de transporte, vagan buscando sitios en donde poder recibir señales y así activar sus aparatos de comunicación, pero logran descubrir el secreto del lugar gracias al hallazgo de un Slartibartfast congelado: están en la Tierra de hace dos millones de años.

Arthur intentaba impulsar la evolución de los “trogloditas” mediante el aprendizaje del idioma, pero cae en desánimo cuando, gracias a las reflexiones de Ford, se percata del hecho lógico: los verdaderos antepasados de los humanos son los golganfrichanos, no esos sujetos similares a homínidos. Y la especie de Golgafrincham se caracteriza por su necedad y costumbres inútiles, priorizando formalismos en lugar de temas claves para su desarrollo futuro. Al menos así son caracterizados. No solo es una secuencia trágicamente irónica sobre la naturaleza tonta de la humanidad desde sus inicios, obviamente con referencias a nuestra realidad actual y a la de Douglas en los 80´s, sino una perspectiva nueva para el protagonista resumida en el comentario del narrador: “Un tremendo sentimiento de desolación se apoderó de él ante la idea de que estaba en la Tierra; en la Tierra, que había perdido su futuro en una catástrofe horrible y arbitraria, y que ahora también parecía perder su pasado”. Lo último que se sabemos de él es que arrojó la Guía. Ya no la necesitaba.

Detalles técnicos:


Género: Ciencia ficción

Editorial: Anagrama

Año original de publicación: 1980

Nº de páginas (edición Anagrama, colección Compactos): 208



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