“Don´t be panic”. La frase característica que muchos deben reconocer aunque no sepan tanto de la historia. ¿O el “día de la toalla”? Un evento cultural que convoca seguidores de la Guía para que paseen en las calles con una toalla vestida. Estos son solo algunos ejemplos del legado cultural que nos dejó Adams ―antes de su prematura muerte a los 49 años en 2001― mediante una saga que ya es un clásico contemporáneo, ahora reeditado por la editorial Anagrama en su colección Compendium, junto a escritores como Raymond Carver o Roald Dahl.
Es así que nos encontramos frente a un universo barnizado de comedia, una serie de viajes espaciales que exploran algunos tópicos de la ciencia ficción para burlarse no solo de ellos, sino de la propia humanidad. Si tuviéramos que reducir el tema de ésta primera novela, sería la ridiculización de la especie humana y del universo debido a su sinsentido. Pero bueno, ¿de qué va? Un día cualquiera Arthur Dent se entera de que demolerán su casa y empieza a reclamar, pero su amigo, Ford Prefect, le explica en pocos minutos que deben escapar del planeta. La razón: también será demolido. Ambos lo logran haciendo autostop a una nave espacial cuyo dueño odia a los autoestopistas, y así empezarán realmente sus aventuras con personajes extravagantes y escenarios propios de la space opera.
Antes de seguir, debes saber que en total la saga se compone de 6 novelas: la presente, El restaurante del fin del mundo, La vida, el universo y todo lo demás, Hasta luego, y gracias por el pescado, Informe sobre la Tierra fundamentalmente inofensiva y Y una cosa más (no congenian bien las comas y el conector con los títulos en seguidilla). El último libro no fue escrito por Adams, sino por Eoin Colfer y con permiso de la esposa. El propio Douglas expresó en la entrevista de Matt Newsome el deseo de concluir con una entrega más, pero no pudo conseguirlo. Por otra parte, la razón de que la toalla sea tan simbólica se debe a su practicidad para cualquier autoestopista. Entre otras cosas, sirve para secarse, vestirse, abrigarse, luchar y difundir la idea en el resto de que el usuario es una persona precavida y preparada. Solo por tener una toalla a la vista.
La historia original proviene de la versión radiofónica de 1978, transmitida por la cadena británica BBC Radio 4 como una versión que sería aún modificada y ampliada en la trilogía original. Para aquel entonces ya habíamos pasado por la Edad de Oro y su fascinación por la prospección tecnológica, luego transitamos en el camino de la Nueva Ola y su desconfianza frente al uso de la ciencia y la deshumanización del hombre. La historia de Adams llegaba, entonces, durante los últimos años de la Guerra Fría y ya cerca al auge de los punks, como el ciberpunk. Y si bien ya existía antes ciencia ficción humorística (Henry Kuttner, Arthur K. Barnes), ésta primera entrega resultó en la instauración de su autor como uno de los principales referentes dentro de esta modalidad en el género. He ahí su importancia histórica.
Por otra parte, la trama en realidad no guarda una intención clara de crítica social como si el libro fuera hecho para enseñar o provocar catarsis en los lectores mediante el humor. En realidad es diversión pura. El absurdo presente en todas las cosas y temas se acompasan muy bien con el afán de la aventura y es por ello que el ritmo narrativo es ágil, dinámico y sin grandes momentos de pausas innecesarias, salvo para introducir información relevante en la historia o en la caracterización de la estupidez en los personajes.
No existe una estructura clásica de tensionalidad con un inicio, un nudo y un desenlace, pues del primero pasamos a un permanente desarrollo con un final abierto para la segunda novela. Los capítulos se conforman de una serie de escenarios que cambian conforme lo dicta la aventura de los personajes; en orden de aparición: a) Arthur y Prefect en los últimos momentos de la Tierra; b) Arthur y Prefect en la nave de Prostetnic Vogon; c) Arthur y Prefect en la nave de Zaphod; d) el grupo protagonista en el planeta Magrathea. Estoy seguro de que la mejor manera de disfrutar la historia es simplemente dejándose llevar (con una libreta para apuntar algunos nombres) y disfrutar de una novela que cumple su función de entretenimiento como si lo mostrara anotado en un cartel. Si bien ahora, con una generalizada conciencia sobre los problemas de la humanidad muchos solemos exigir esta reflexión en la literatura, en realidad no todo se reduce a ello. Adams, siendo un clásico, muestra ese lado de las letras que recupera acaso una intención primigenia: la de inventar y hacer disfrutar a otros con tal invención.
Por cierto, los 5 títulos adquieren un sentido según ésta primera novela. Si quieres evitar spoilers pasa a “Personajes”, aunque en realidad aquí la gracia recae más en el estilo de narración que en la propia trama, y no son spoilers graves (salvo en parte por la segunda obra):
- Guía del autoestopista galáctico: hace referencia al principal libro que aparece en la novela, una enciclopedia que explica de manera sucinta diversos aspectos del universo, como los planetas y la múltiple tecnología existente.
- El restaurante del fin del mundo: al final de este primer libro, mientras el grupo sale del planeta Magrathea, el capitán Zaphod le ofrece a Dent ir a comer al restaurante del Fin del Mundo.
- La vida, el universo y todo lo demás: hace muchos años, dos seres vivos llamados Lunkwill y Fook crearon al ordenador Pensamiento Profundo para poder averiguar la “Respuesta” a lo que se menciona en el título. Pasaron millones de años hasta que la máquina estuviera lista para otorgar la respuesta ante una gran multitud, y esa respuesta era 42. Solo 42.
- Hasta luego, y gracias por el pescado: los seres humanos fueron la tercera especie terrestre más inteligente siendo superados por los delfines como los segundos. Todos sus intentos por alertarnos sobre la inminente destrucción del planeta fueron interpretados como simples gestos de juego, al igual que su despedida. En realidad, antes de irse de la Tierra, dijeron lo que reza el título.
- Informe sobre la Tierra: fundamentalmente inofensiva: cuando Arthur busca información sobre nuestro planeta en la Guía, encuentra en la descripción tan solo “Inofensiva”. Indignado, cuestiona a Ford sobre ese contenido y él le responde que falta actualizarlo. “¿Y qué dirá entonces?”, vuelve a preguntar, y su amigo le responde lo que lees en el guion después de los dos puntos.
Una de las razones por la cual el libro es genial se halla en las personas que protagonizan el viaje. Si el 40% del humor recae en el narrador, el 60% restante lo contienen los diálogos. Malentendidos, choques de personalidades y la comunicación mutua de asuntos absurdos aseguran que todos los capítulos tengan líneas jocosas, y tal sostenimiento es un gran logro teniendo en cuenta de que se parte de una premisa en realidad trágica: la destrucción del planeta y hogar del protagonista.
Empero, antes es necesario conocer algunas razas para comprender mejor a ciertos personajes.
- Vogan: provenientes del planeta vogosfera. Inicialmente vivían en sus mares, pero durante la evolución salieron para quedarse en tierra firme aunque con algunas inconveniencias anatómicas que solucionaron con la cirugía. Se alimentan principalmente de cangrejos y tienen una piel verde que les permite poder permanecer en el agua. Cuando lograron descubrir los viajes espaciales, se asentaron en Megabrantis, el eje político de la galaxia, gracias a lo cual tienen una buena posición en la Administración Pública a nivel galáctico.
- Los de Betelgeuse: no se nos proporciona mucha información sobre la constelación a la que pertenece, Orión, salvo que Ford proviene de ahí. Asimismo, parecen existir especies antropomorfas con diferencias biológicas, como en el caso de las dos cabezas de Zaphod, familiar de Prefect.
- Gourmands: no se proporciona mucha información sobre este grupo, pero sí se conoce a una tribu revoltosa compuesta por dentrassis, seres peludos que, a pesar de odiar a los vogones, son contratados por ellos para trabajar en sus naves.
Y algunos de los personajes más importantes, al menos en las primeras cien páginas, son:
- Arthur Dent: uno de los terrícolas supervivientes a la destrucción de la Tierra y protagonista. En el inicio, despierta con la noticia de que demolerán su casa, por lo cual reclama al funcionario L. Prosser. Luego, cuando su amigo Prefect le convence para ir a un bar, considera que la noticia sobre el fin del mundo es una broma hasta que escapan hacia el espacio mediante el autostop. Hasta cierto punto es víctima de toda la situación, pues de un día a otro se entera de la existencia de una política galáctica y de otras razas. Por ello, gracias a él, el narrador nos muestra la configuración del universo debido a su ignorancia y a su deseo de comprender en qué situación se ha metido.
- Ford Prefect: amigo de Arthur y originario de Betelgeuse. Es investigador de la Guía y por tal motivo llegó a nuestro planeta para investigar por pocos años, pero terminó quedándose más de diez. A pesar de los años de convivencia con los humanos, no comprende algunas costumbres que involucren especialmente los dobles sentidos o la retórica. Gracias a él, Dent sobrevive a la destrucción y juntos escapan hacia la nave de Prostetnic. Como buen autoestopista galáctico, siempre tiene una toalla apta para multiusos.
- Zaphod Beeblebrox: expresidente del Gobierno Galáctico Imperial y medio primo de Ford. Tiene un comportamiento excéntrico y por momentos estúpido, pero a veces es astuto y perceptivo. Con esta mezcla aparece en la historia cuando, en medio de una presentación pública como presidente con prensa incluida, estalla una bomba paralisomática y roba el Corazón de Oro, la nave parte del plan secreto homónimo. Además, en el pasado viajó hacia la Tierra para ir a una fiesta e intentar ligar provocando la ira de Arthur. Tiene dos cabezas.
- Tricia “Trillian” McMillan: una terrícola que, como Dent, sobrevivió al final. Tuvo un amorío con Zaphod y huyó con él hacia el espacio, aburrida de una vida llena de estudios y rutinas. Ya en la nave, suele decir lo que piensa y comprende la actitud estúpida y arriesgada de Beeblebrox, siendo la más consciente del grupo. De entre todos los personajes, es quien más comprende a Arthur por la situación novedosa y loca que deben vivir vagando de un lugar a otro del universo.
- Prostetnic Vogon Jeltz: pertenece a la raza vogon, con una gruesa piel elástica y nariz respingada. Detesta a los autoestopistas y, así como el resto de su especie, también a los dentrassis. Le agrada tener mando sobre los demás y utiliza cualquier pretexto para enojarse y gritar a sus súbditos, pero lo más curioso es que le encanta crear poemas ―la poesía vogona ocupa el tercer lugar entre las peores del universo. Cuando Arthur y Ford llegan a su nave, él los obliga a soportar la peor de las torturas: oír sus poemas.
- Marvin: es el robot depresivo de la nave Corazón de Oro. Siempre cree que los demás lo desprecian, que cualquier asunto tendrá un mal final y que él no merece compasión o bondad. Se encuentra bajo el mando de Zaphod e inicialmente tiene la misión de reconocer la identidad de Arthur y Ford cuando ocurre cierto suceso.
Aparte, tenemos más personajes como el ordenador de Zaphod, que es la contraparte alegre y optimista de Marvin. O los ratones de Tricia con un secreto importante. Pero en general el autor logra equilibrar la importancia de todos ellos pues no existe un único personaje que opaque la participación de los demás, salvo un poco por Arthur al ser el protagonista. Y aun así se nos permite disfrutar de las líneas y acciones de todos los sujetos mencionados de modo que la novela no llega a aburrir.
Lo leí en español y no podría opinar muy bien de la prosa de Adams; sin embargo, hay detalles que no desaparecen solo con la traducción. Por ejemplo, que en algunos momentos de la historia se introducen entradas de la Guía para explicar algunos asuntos de trasfondo, como la naturaleza de algunos planetas y el carácter de algunas civilizaciones; también aparecen pocos pies de página para ampliar la información sobre algunos personajes. Y no, estas pausas no resultan aburridas. No solo nos informan para comprender y no perdernos el mundo de Adams, sino que inclusive incluye cierto humor sutil. Ni estas pausas son dejadas de lado por el estilo del resto del libro.
El humor contenido en la escritura no recurre a recursos sardónicos. Más bien, se siente natural pues el propio universo es absurdo desde sus civilizaciones y planetas, y las risas que nos podemos echar leyéndolo son consecuencia de un worldbuiding definido, pero sin intenciones grandilocuentes como algunos mundos de sagas épicas. La simpleza de los personajes aunados a conversaciones que ahondan en el estilo humano, dejándolo inservible (adiós a las connotaciones), provoca que a veces la inocencia de Ford o Marvin provoquen carcajadas de asuntos obvios. Vamos, que sirve para desconectar de cualquier ajetreo.
¿Y cómo se nos deja para el segundo tomo, El restaurante del fin del mundo? Retomaré brevemente el abcd que mencioné en “Trama”. Arthur y Ford forman un único grupo hasta antes de encontrarse de casualidad con Corazón de Oro tras ser expulsados de la nave de Prostetnic. A falta de otra posibilidad, se quedan con el grupo de Zaphod, quien sin haberlo premeditado decide encontrar el millonario y supuestamente inexistente planeta Magrathea. No parece haber ningún objetivo a lo largo de la trama, y al llegar a éste nuevo lugar seguimos en la misma situación… Hasta que encuentran a los ratones Benjy y Frankie, las mascotas de Trillian, quienes son los seres dimensionales responsables de la creación de la Tierra. Su objetivo es utilizar el cerebro de Arthur, como único humano restante (se olvidan o ignoran a McMillan), para extraer la estructura de la pregunta sobre el sentido de la vida, el universo y lo demás y reactivar a Pensamiento Profundo, pues la Tierra formaba parte de esa matriz de última tecnología. Sin embargo, todo el grupo logra escapar del planeta mientras los ratones se quedan debatiendo sobre qué nueva preguntar inventar para la inteligencia artificial. Y para sus clientes, claro.
La última escena cierra con la invitación de Zaphod a Arthur para llevarlo al restaurante del Fin del Mundo, un lugar que nos depara en la continuación.
— ¡Hola, terrícola! ¿Tienes hambre, muchacho? —dijo la voz de Zaphod.
—Pues…, bueno, sí. Me apetece picar un poco —dijo Arthur.
—De acuerdo, chico, aguanta firme —le dijo Zaphod—. Tomaremos un bocado en el restaurante del Fin del Mundo.
Detalles técnicos:
Género: Ciencia ficción
Editorial: Anagrama
Año original de publicación: 1979
N° de páginas (edición Anagrama, colección Compactos): 296