17 Apr
Esta realidad no existe, ¿la posibilidad de un movimiento literario?

Conocí este libro desde la preventa gracias a su publicidad en Instagram, indicio de cómo es parte de la publicidad literaria del siglo XXI. Lo que realmente me llamó la atención de esta propuesta fue su grupo de escritores, entre los cuales se hallan autores que no suelen estar relacionados con la ciencia ficción, pero que sí cosecharon buenas críticas en sus producciones. 

Por lo anterior, Esta realidad no existe fue de las novedades literarias que más curiosidad me dio por conseguir y leer. Contiene en total a 14 narradores aparte de los encargados de realizar esta compilación, Alexis Iparraguirre y Francisco Joaquín Marro, quienes propusieron el libro no solo como una reunión de diversos cuentos prospectivos, sino como un manifiesto que irrumpa en el realismo peruano y dialogue con la ciencia ficción ya hecha en los últimos años en el Perú. Sobre estas pretensiones, los prólogos se encargan de explicarlos. Es por ello que, más allá del nivel de calidad de estas historias, me es interesante cómo escritores y editores manifiestan de manera explícita una conciencia escritural del género, práctica iniciada muy posiblemente por Juan Rivera Saavedra y José B. Adolph. Por otra parte, la intención provocadora es obvia en tanto se adopta la clásica antología de Ellison Visiones peligrosas como un modelo para este, una manera de asegurar que sus tramas serán innovadoras y atrevidas en premisas y formas de abordar sus respectivos temas. 

En cuanto a los autores, tres de ellos no suelen aparecer en el medio cultural del sci-fi: Claudia Salazar Jiménez, Stuart Flores y Juan Manuel Robles. ¿Esto es algo malo? Para nada. Lo que sí indica es la manera como los referentes populares de, sobre todo, la segunda mitad del siglo XX no solo devienen ya en entretenimiento, sino en influencias para los escritores de hoy en día. Esta no es una suposición hecha sobre nada, ya que al inicio de cada texto aparece una breve biografía hecha por Joaquín para cada uno con un estilo ameno, relajado, y en ellas se indica esa retroalimentación. Fueron las décadas vividas por la mayoría. Claro está, en nuestro siglo el género se ha repotenciado y repopularizado y más personas se atreven a incursionar en él sea como fan o como alguien que pretende comunicar algo con la retórica de la cien… bueno, ya saben. 

En orden de las manecillas del reloj desde la esquina superior izquierda: Tanya Tynjälä, Julio Meza, Alexis Iparraguirre, Juan Robles, Jeremy Torres-Montero, Carlos de la Torre, Jorge Casilla, Diego Cebreros Tamayo, Carlos Vera, Carlos Saldívar, Francisco Joaquín, Claudia Salazar, Mariangela Ugarelli, Stuart Flores, Germán Atoche, Gonzalo Málaga. Créditos de la imagen: muro en Facebook de Iparraguirre.

Sobre las historias en sí, los temas predominantes son la relación entre el ser humano y la máquina y los futuros postapocalípticos. En cambio, los más particulares son la manipulación de la natalidad, la vida artificial y la alteración del espacio-tiempo, aparte de algunos más. La calidad también es variada y hay alguno regular, otros buenos y unos tantos muy buenos con un gran logro en fondo y forma. 

Empezaré por el que menos destaca para mí: 

  • «Aprovechar las oportunidades» (Carlos de la Torre Paredes): Indira es una mujer de escasos recursos que pretende enviar créditos —equivalente del dinero— a su familia y luego llegar juntos a la Federación Latina, uno de los bloques políticos más importantes de la galaxia. Para ello, busca falsificar sus documentos con ayuda ajena, pero resulta ser víctima del tráfico de mujeres, usadas como mercancía para sujetos ricos y poderosos. La historia forma parte del universo de Herederos del cosmos, saga iniciada por Los viejos salvajes y continuada por La conquista de Piro en tanto la Federación Latina es vital para esas novelas (tienen reseñas en el blog). Sobre el relato en sí, consigue crear la atmósfera de opresión y encierro tanto por la protagonista como por sus compañeras en la miseria. Los problemas se presentan hacia el final por el cambio de personalidad de Indira en contraste con sus objetivos iniciales sin una explicación lo suficientemente creíble para ese giro de tuerca en su mentalidad, más allá de la situación en la que se halla. Incluso, el desenlace pierde fuerza dramática, como si no consiguiera completar el clímax. Por cierto, en el texto de Jorge Casilla y en este aparecen Nueva Lima, tal vez como un guiño… ¿o no?

Los que se hallan en un escalón por encima con 3 estrellas de 5 son: 

  • «El señor de la danza» (Diego Cebreros Tamayo): la Dirección de Alternativas para el Aprendizaje Tecnológico, perteneciente al Minedu, intenta poner en funcionamiento la cámara sonogenética para evitar su cierre. Para ello, uno de los miembros es enviado a conseguir una de las dos llaves necesarias para activarla, pero para ello deberá intentar seducir a una funcionaria líder de un movimiento evangélico antitecnológico que intenta sabotear tal demostración. La historia es un tanto original y se encuentra narrada de manera ligera, pero la manera de ordenar las escenas puede ser un tanto confusa debido al orden no lineal de los eventos, sobre todo porque para comprender la premisa es necesario llegar al menos a la mitad del cuento. En otras palabras, es un cuento que requiere un poco de paciencia del lector.
  • «El lugar de donde la nieve no se va» (Jeremy Torres-Montero): qué buen título, de verdad. Vanilla Bosley vive en una ciudadela fortificada como exploradora del exterior, arrasado por los mutantes Metálicos. Su deber consiste en espiar a los drones de seguridad de dichos enemigos e identificar sus rutas. Pero el refugio no se encuentra exento de problemas debido a que las mujeres están obligadas a emparejarse con los hombres; en cambio, la protagonista prefiere ser libre, y su deseo le conllevará peligros y un complot contra ella. Es el único relato que incorpora escenas dinámicas de combate como aspecto importante para el desarrollo, aunado a un ritmo ágil tanto por las escenas como por los diálogos. En suma, es muy entretenido.
Esa publicidad en Instagram (también en Facebook) 

Los de 4 estrellas son: 

  • «Nostos» (Jorge Casilla Lozano): en una capital peruana reorganizada llamada Nueva Lima, el capitán Porfirio Gutiérrez se encuentra investigando el asesinato del mayor Pereyra y su relación con la droga Nostos, capaz de inducir nostalgia y sonrisas en los asesinados. En el proceso afrontará disputas con su compañera de trabajo y adoptará decisiones peligrosas, en tanto la resolución del caso tendrá alcances hasta para él mismo. Tanto la fluidez de la narración como el razonamiento lógico de la pesquisa policial lo convierten en un muy buen relato policial. Únicamente tambalea en el final cuando el protagonista se arriesga sin mayores precauciones para resolver el misterio.
  • «Cyber-proletaria» (Claudia Salazar Jiménez): una androide con elevada inteligencia artificial consigue escapar del laboratorio, asesinar a su inventor y crear una empresa de reproducción artificial con la cual controlar la superpoblación y cuidar el equilibrio en el ecosistema de la Tierra. La prosa de este cuento es fría y apela sobre todo a las consecuencias lógicas a las que llega la protagonista para elegir sus decisiones que por alguna emotividad o reflexión anímica, lo cual es coherente con el tipo de personaje que es. Por ello, resulta más disfrutable la historia en sí, no tan original (sus elementos son cogidos del ciberpunk y biopunk) pero redonda.
  • «Donahue» (Carlos Vera Scamarone): una historia apocalíptica. Una plaga se extiende por la humanidad y provoca la aparición de los azules, personas con la piel de ese color sin cordura debido a una alta exposición a los rayos gamma o ultravioleta. Manuel, un paciente bipolar esquizofrénico de nosocomio, intenta sobrevivir a estos seres en tal recinto encontrándose con un pirómano, una autista y una obsesiva. Aunque coge clara influencia de la narrativa zombi de supervivencia, el toque particular es su conjunto de personajes y sus interacciones, lo que ofrece una perspectiva por lo menos curiosa y llamativa ante tantos otros personajes olvidables de películas Z. Tengamos en cuenta que el autor es psiquiatra, lo que explica este aspecto.
  • «El gólem» (Mariangela Ugarelli): Marina recibe un mensaje de su antigua amiga del colegio, Paulina, quien le invita a reunirse con ella en su casa para develarle un misterio relacionado a la creación. Prefiero no contar más de la trama por la relativa brevedad del relato, pero en su sencillez consigue plasmar de manera efectiva el tema de la vida artificial no solo por la inventiva científica, sino por su relación con el conflicto de una de las protagonistas. Además, la ambigüedad del final da una mayor profundidad a las intenciones de Paulina y así la historia consigue ir más allá de la anécdota o de la mera aplicación de un tópico del género.
  • «Volver» (Gonzalo Málaga): una pareja viaja a través del desierto y encuentra una escalera esculpida en roca, que desciende hasta una mesa de piedra y un estanque con escasa agua en cuyo interior está un tablero de goban. Entonces, cuando ella se adentra en el estanque y él voltea por poco tiempo hacia dos lagartijas, la pierde de vista e intenta hallarla sin saber que su realidad ha cambiado. Lo interesante de este cuento es el cómo con escasos elementos y pocas páginas consigue crear una paradoja espaciotemporal redonda, con un inicio, nudo y cierre definidos que no flaquea en ningún momento, ya que apunta hacia el cierre y la sorpresa final en el desenlace.
  • «Ahí donde escupí» (Carlos Enrique Saldívar): en medio de una pandemia que se expande por la saliva e infecta a las personas transformando su cuerpo, un sujeto que aún no cayó muerto a pesar de contraerlo vive sus probables últimas semanas de vida. No solo será víctima de la infección, sino del odio de los escasos supervivientes. Si bien no renueva las continuas historias de este estilo, añade una perspectiva no tan común como la del monstruo de turno. Ello no impide que sea disfrutable tanto por una trama redonda en sí misma como por la manera de narrar, pues muestra los sucesos y los pensamientos no tan trágicos del protagonista, le da una personalidad definida.
  • «Como un mono» (Julio Meza Díaz): este no es para ti si no te agradan los elementos pornográficos y asquerosos. Veamos. Él, como lo llama el narrador, trabaja en una empresa a cuyo jefe desea matar y con un compañero que odia a Betsy, quien supuestamente le tendió una trampa para ridiculizarlo ante todos los trabajadores. El resto consiste en sus peripecias durante un día cualquiera que deja de ser eso, cualquiera, mientras los deseos de ambos compañeros aguardan por explotar y cumplirse ¿o no? Ahora bien, el elemento cienciaficcionero se encuentra no en el centro, sino en la periferia mediante comerciales que anuncian el nuevo invento revolucionario de los supositorios alimenticios, cápsula útil para alimentarse por el recto sin las complicaciones de la clásica comida ingerida por la boca. Si bien el inicio y el final se asemejan al de los cuentos de toda la vida, el nudo es una serie de sucesos rocambolescos y grotescos unidos a modo de collage. Así que, si lo valoras como un relato tradicional, te parecerá una m… Pero, si primero piensas en su propuesta, entonces tendrá mayor valor para ti. Es el más revolucionario del grupo y el que cumple mejor las propuestas del libro.
  • Microficciones (Germán Antoche Intili): el editor de El Gato Descalzo trae cuatro microrrelatos «Flashes del futuro» trata sobre la propaganda de una empresa que inserta programación televisiva directamente a los cerebros de los consumidores; es el menos logrado en tanto su conclusión es obvia y no aporta más allá de lo evidente. «Efemérides» se sitúa en el futuro de un mundo asolado por zombis y es de los mejores por el juego que realiza con su título en la historia y las dudas sugeridas por el final, como quién en ese mundo lo escribió. «Predicciones imperfectas» es la represión de un dictador sobre quienes leen el futuro, decisión efectuada por la cobardía y superficialidad de ese personaje; en otras palabras, es una burla a los sistemas opresores. «Identidad» aborda la consecuencia de los deseos mediante el clon de Juan, quien está harto de ser una copia más y acaba en un cierre sarcástico.

Finalmente, los que considero como los mejores y que fácilmente podrían ingresar a una antología del cuento peruano del siglo XXI son: 

  • «Azul profundo» (Stuart Flores): si bien posee elementos tecnológicos, estos corresponden a la victoria de una máquina a un ajedrecista ruso en 1997. Laurent Dick es un diseñador gráfico despedido de una empresa publicitaria, quien consigue un puesto como vigilante en IBM, empresa multinacional de tecnología. Esta marca creó la supercomputadora Deep Blue, anunciada como la que derrotaría al deportista Gary Kaspárov en una revancha. El aporte de este cuento es el de una visión humanista sobre dicho evento real, pues Kaspárov afirmó (en el libro y en nuestro mundo) que sintió la presencia de una persona en los movimientos de la máquina, y el autor explora tal posibilidad, la superioridad de la subjetividad humana por sobre el raciocinio y frialdad de los avances tecnológicos. Además, durante todas sus páginas se intercalan los movimientos de los oponentes, negras y blancas, como una manera de jugar con la temporalidad en tanto el juego se superpone a todos los sucesos narrados, desde la intimidad de Laurent hasta el clímax de su intervención contra Gary. Así, es original por su escritura y la manera en qué enfoca un acontecimiento real… sin ser de ciencia ficción.
  • «Maqueta a mano» (Juan Manuel Robles): en un mundo donde mediante cascos dos personas pueden conectarse con audio e imagen y los pensamientos pueden recrear secuencias en movimiento para el receptor, dos hermanos establecen un diálogo sobre la estructura de una casa diseñada por uno de ellos para explorar, en realidad, la relación traumática que uno de ellos tiene con la madre, postrada en la cama de un hospital. Pertenece a un ciberpunk distinto al estadounidense en tanto no se halla sobrecargado de elementos tecnológicos y la comunicación a distancia se establece sin computadoras, casi de manera directa, como en la novela Los mantras modernos, del argentino Felipe Castagnet (tiene reseña en el blog). Del conjunto es de los que mejor consiguen crear una atmósfera de melancolía y del proceso del recuerdo inclusive cuando no se le alude explícitamente. Además, posee consciencia de la propia forma escritural en tanto algunos fragmentos adquieren la condición de objetos (variación del tamaño de la letra, uso del espaciado de la página), que sirven a su vez para comprender la introspección del protagonista. De los más logrados.
  • «Zå֛tn Mærtn» (Tanya Tynjälä): uno de los mejores del conjunto. Nos relata una sociedad distinta en apariencia a la humana conformada por Creaturas e Hijos, razas sometidas apaciblemente por una entidad llamada Helhêl. Una de esas Creaturas relata sus encuentros con los otros y su paulatina duda sobre las verdaderas intenciones del Padre o Helhêl y la naturaleza de su hábitat. A simple leída podría parecer de fantasía, pero tanto el final como el hecho de estar incluido en un libro de ciencia ficción nos indicaría que pertenece al género. No obstante, su ambigüedad resulta aún más interesante en tanto abre las lecturas sobre el tipo de mundo en el que suceden los eventos, pero también crea una atmósfera en concordancia con el escaso conocimiento del protagonista, quien solo sabe lo que el Padre desea que sepa hasta que duda y emerge de su propia cueva platónica. Entonces, el peligro se revela.
Portada alternativa de Celeste Vargas Hoshi, creadora de la versión oficial.

La mayoría de los cuentos resultan ser muy buenos y ofrecen estilos muy distintos entre sí, por lo que resulta ser un grupo muy versátil. El único gran problema es la ausencia de riesgo y creatividad en tanto varios utilizan tópicos ya muy representados en la ficción, aunque los de cuatro estrellas consiguen readaptarlos a historias que procuran brillar por sí mismas. Mas si tuviera que señalar a aquellos que consiguieron ese fin provocador y renovador más allá del puntaje asignado, indicaría los de Julio Meza, Tanya Tynjälä y Stuart Flores. 

Por todo lo expuesto, solo me queda una duda imposible de responder ahora: ¿esta variedad de estilos, temáticas y calidad reunidas mediante la ciencia ficción podría ser el indicio de la formación de un movimiento literario, propuesto por el manifiesto de Iparraguirre, pero conformado por otras obras publicadas en las dos últimas décadas? Si fuera así, la literatura peruana ya habría creado su propia ciencia ficción, más allá de su origen y popularidad anglosajonas . Bueno, el tiempo y los estudios lo dirán.

Detalles técnicos:

Género: Ciencia ficción

Editorial: Estruendomudo 

Año de publicación: 2021

Nº de páginas: 250

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO