31 Dec
«El hotel encantado», una paranormal novela burguesa

La literatura sobrenatural y europea del siglo XIX no solo se limita a Poe, Stoker y James. Eso lo sabemos muchos. El problema yace en explorar y hallar aquellas otras obras publicadas durante el siglo del Romanticismo, la corriente que albergó el boom de las letras fantásticas y de terror. Fue mi caso cuando en una feria de libro encontré este título escondido por otros libros; no lo conocía, por lo que pude expandir mis lecturas sobre este tipo de literatura (junto con El carruaje fantasma, de Amelia B. Edwards). 

A Wilkie Collins sí lo conocía un poco. Fue un autor inglés (1824-1889) que mantuvo amistad con Charles Dickens y formó parte del inicio de la novela policial con La piedra lunarLa dama de blanco. De hecho, The haunted hotel, publicado en 1878 por entregas en Belgravia Magazine, aúna las historias de amor y de fantasmas con la vertiente cultivada por él además de Poe en una mezcla que representa algunas de las principales tendencias de la literatura victoriana de la época con ciertos visos de lo que en el futuro siglo XX sería la literatura policial. ¿De qué va, entonces, El hotel encantado

Wilkie Collins. Fuente: National Portrait Galery

Trama 

La novela inicia con un drama amoroso y, luego, da pase al misterio en el Londres de 1860. Lord Montbarry abandona a su prometida Agnes Lockwood para comprometerse y casarse con la condesa Narona, una extranjera, con quien viaja a distintos lugares europeos. Un día una antigua alumna de Agnes le pide su recomendación escrita con el fin de que su esposo logre obtener el puesto de guía con Montbarry, a lo cual ella accede no sin algunos reparos. Aunque parece que cada quien continuará su vida, la noticia sobre la desaparición del esposo de la exalumna durante uno de los viajes de la otra pareja perturbará la tranquilidad de los personajes y se dará inicio a la búsqueda de la respuesta: ¿qué ocurrió con Ferrari, el guía? 

Collins demuestra en esta historia su capacidad para desarrollar una trama con diferentes subcapas discursivas o de enfoques temáticos. Si bien el misterio es el hilo principal de los eventos, tanto el romance como el cuadro de costumbres victoriano se manifiestan como diferentes formas de observar y vivir los conflictos representados. 

El romance del libro oscila entre la idealización y la sanación emocional a partir del contraste entre la soltería no deseada por Agnes y el matrimonio de los Montbarry, surgido de un engaño. La idea del amor ideal, el de la pareja unida por un amor mutuo y pasional, es abordado con delicadeza por el autor en tanto no lo desacraliza o subvierte, sino que lo incluye en la historia como el gran ausente: Agnes por su condición de abandonada; Montbarry, por su infidelidad e hipocresía. Ello nos lleva a la otra visión más humanizada, la del intento de superación de Agnes y su luto personal ante, justamente, la pérdida de un amor, como demuestra la escena donde quema las cartas de su expareja o su constante rechazo amable a Henry, el hermano menor de Montbarry. 

El cuadro de costumbres ofrece el contexto social de los personajes. La ciudad y las reuniones nos dan a entender que los protagonistas pertenecen a la clase media-alta, aparte de los empleados como Ferrari y su esposa que oscilan entre la media y la media-baja. Debido a los cambios de escenario por los viajes de los personajes, las noticias escritas y también orales permiten que los sucesos sean conocidos por los involucrados, especialmente en cuanto a las pesquisas sobre la desaparición. También son importantes para la imagen social de personajes como Montbarry y otros similares, cuya reputación se discute de boca a boca. Es el caso de los primeros capítulos cuando el doctor Wybrow asiste a un club privado para averiguar más sobre la condesa Narona. Es así como él y nosotros, lectores, nos enteramos del trasfondo del drama amoroso, es decir, del inicio propiamente dicho antes de ese detonante sobre el guía. 

Ahora bien, todo pareciera apuntar a una clásica historia victoriana de pasiones, crímenes y apariencias sociales. Pero ¿y el fantasma? Ahondar aquí equivaldría al spoiler, pero déjame advertirte que es mejor no esperar leerla como una obra de terror cuyo elemento paranormal sería vital. En realidad, aquí es secundario. Es más, sirve para ayudar a resolver el caso hacia el clímax en un entorno curiosamente no tan gótico, sino urbano, detalle llamativo que me hace verlo como un nexo entre la narrativa gótica del siglo XIX y el terror de escenarios más cotidianos y citadinos del siglo XX (te estoy pensando, Stephen King). 

Página del título de la primera edición en libro, 1879. Fuente: Wilkiecollins.info

Personajes 

La medida ofrecida por Collins es justa en cuanto a la profundización de cada uno. Tanto por sus descripciones en la narración como por sus diálogos es que se nos muestran sus personalidades, las que no cambian significativamente entre el inicio y el final, sino que son puestas a prueba a partir de la inquietud de la desaparición. 

  • Agnes Lockwood: una de las dos protagonistas. De clase acomodada, mas no alta, vive usualmente de manera tranquila y sin preferir ser el centro de las comidillas sociales. Esa discreción y autocontrol la llevan a evitar cualquier confrontación contra lord Montbarry tras su rompimiento, lo cual no impide que intente sanar por sí misma y superar los recuerdos con su antiguo prometido, por más que cueste. En resumen, es un personaje muy independiente en sentido emocional. Lo mismo se observa en sus interacciones con Henry, con quien mantiene solo una relación amical sin dar falsas esperanzas a sus cortejos. Con todas estas cualidades en entendible que sea presentada como la contraparte de la condesa, a quien teme luego de sus conversaciones posteriores a la desaparición del guía.
  • Herbert John Westwick: Primer Barón de Montbarry, conocido como lord Montbarry. Es un hombre de familia acomodada, hermano mayor de la familia y, por ende, representante de su apellido. A pesar de ello, se arriesga a ser objeto de cuestionamientos cuando reemplaza a Agnes por la condesa, decisión vista como estúpida ante la sociedad londinense. Es orgulloso y de personalidad seria hasta en su vida personal, y las pocas muestras de afecto y pasión emocional lo demuestra en sus conexiones con Agnes. Es relevante para la trama, pero por lo poco que es explorado no resulta ser de los más interesantes.
  • Condesa Narona: la otra protagonista, a la par que antagonista de Agnes. Su condición de extranjera no inglesa, así como de rumores sobre su supuesto estilo de vida disoluto la mantienen en baja estima ante la sociedad. Es por ello que critican a Herbert Westwick cuando se compromete con ella. Mantiene secretismo durante gran parte de la historia, ya desde el comienzo cuando asiste a la consulta del doctor Wybrow para descubrir el origen de su malestar espiritual. En otras palabras, es una mujer atormentada por sentimientos cercanos a la culpa no sin una pizca de malicia y placer en el mal ajeno, motivo por el cual asusta a Agnes. A propósito de ella, no parece manifestarle rencor por lo de lord Montbarry, mas si se convierte en una rival en cuanto la observa como lo que no es ni logra ser, y es así como empieza a atormentarla tras la desaparición del guía con mensajes crípticos y proféticos sobre tragedias futuras. Visto de otra manera, su relación me recuerda un poco a la de Fortunata y Jacinta, las protagonistas de la novela homónima de Benito Pérez Galdós.
  • Emily Ferrari: la exalumna de Agnes y una suerte de protegida suya. No mantienen una relación amical, sino cordial y parecida a la de madrina-ahijada en tanto Lockwood está dispuesta a ayudarla, y ella a solicitar y recibir dicha ayuda, como se observa cuando le pide que recomiende a su marido, el guía Ferrari, a Herbert Westwick. Es perfilada como una mujer de clase media-baja con penurias económicas, pero con el suficiente orgullo como para no aceptar dinero que ella considera sucio o proveniente de algún suceso funesto. Como secundaria sí logra aportar a la trama moviendo parte del hilo del conflicto central.
  • Henry Westwick: uno de los hermanos menores de lord Montbarry, a quien le odia por su abandono a Agnes. Ella y él fueron amigos desde antes del rompimiento e inclusive tras su confesión amorosa. Ahora que se encuentra soltera intenta acercarse más a ella, pero sin sobrepasar sus límites en tanto Lockwood no siente lo mismo ni pretende buscar otra pareja. No obstante, su amor, casi obsesión por Agnes, lo llevan a construir su vida alrededor de ella al priorizar su bienestar por encima de otras relaciones; inclusive la regaña levemente, a veces, si cree que sus pensamientos no son lo suficientemente punitivos contra su hermano Herbert y la condesa. Es esa tensión balanceada por la sensatez de Lockwood lo que convierten a este personaje en una pieza importante para la representación del amor y el periodo de sanación tras las rupturas.
Portada de la edición en bolsillo de 1941. Reúne la novela de Collins como algunos cuentos sobre fantasmas. Fuente: Black Gate

 Forma 

Se divide en 27 capítulos más un prólogo, y la edición de Eneida utiliza letras lo suficientemente grandes como para hacer cómoda la lectura. El ritmo un poco desigual también ayuda al flujo de la historia: algunas partes son extendidas en más de un capítulo, como el descubrimiento del doctor Wybrow sobre el acontecimiento entre la condesa y el lord, mientras otros se limitan a presentar determinadas situaciones en un solo episodio para dar pase a otro distinto en el siguiente. En ningún momento la variación de la velocidad en la narración resulta ser un obstáculo para comprender y seguir el argumento. 

El aspecto que sí me encanta es su balance del patetismo. Veamos, las novelas del Romanticismo apelan mucho a los sentimientos a partir del narrador mediante un lenguaje cargado de figuras retóricas sobre el sufrimiento o la pasión. Collins no es ajeno a tal tendencia, pero consigue ofrecerlo sin sobresaturar el tono de la narración. Creó un narrador que juzga y analiza las conductas y pensamientos de los personajes, pero que también inserta sus diálogos para conocerlos por nosotros mismos. Tampoco deja de lado la descripción de los escenarios. En suma, la agitación del ánimo no es el único enfoque entre sus líneas, y uno de mis fragmentos favoritos al respecto es el siguiente: 

De todas las cualidades morales, la que más fácilmente se corrompe es la llamada «conciencia». En ocasiones, la conciencia es el juez más severo para el hombre; en otras, él y su conciencia conviven en los mejores términos, como cómplices. Cuando el doctor Wybrow salió de su casa por segunda vez, ni siquiera trató de ocultarse que el único motivo que le llevaba a cenar en el club era conocer lo que el mundo sabía de la condesa Narona.

El hotel encantado es de esos libros ideales para quienes no suelen leer literatura fantástica, a pesar de su título. Su contenido de misterio, drama romántico y espectros atormentadores consigue crear un cuadro llamativo sobre la burguesía victoriana del siglo XIX ubicada entre los rezagos de la nobleza y el movimiento pujante de los negocios, como acaece aquí en el sector inmobiliario con la construcción del hotel hacia el momento cumbre de la historia. Así, deudor del gótico, se escinde parcialmente de su cuna romántica para ofrecer una novela interesante sobre todo a los aficionados a esta época.

Detalles técnicos:

Género: Fantástico

Editorial: Eneida

Año original de publicación: 1878

Año de la presente edición: 2014

Nº de páginas: 241

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