Sea que al lector le agrade o no la narrativa e historias de Stephen King, es indudable que el escritor estadounidense ha influenciado en la cultura popular principalmente con sus historias de terror. Ya sea con el payaso siniestro de It, los zombis de Cementerio de animales o el hotel maldito de El resplandor, su producción ha generado lustros y lustros de películas y merchandising en espacios de habla inglesa. Para los consumidores en español, se ofrecían sus obras ―y películas basadas en sus obras― traducidas a nuestro idioma, de modo que en realidad el contacto con el denominado maestro del horror se producía mediante los traductores, personajes a veces “fantasmarizados”. Por ello, King. Tributo al rey del terror participa en este contexto como una práctica en disensión.
Jorge Luis Cáceres, en este libro, recopiló 18 cuentos de autores hispanohablantes de procedencia latinoamericana y española. El objetivo: rendirle tributo al escritor del título mediante historias que giran entre lo grotesco, el terror y lo sobrenatural como manifestación del impacto kingniano en la producción literaria en español. Cáceres menciona en el prólogo lo siguiente: «este libro debe ser abordado como una concepción individual sobre el miedo y cómo los autores contemporáneos lo enfrentan utilizando su propio lenguaje y estilo» (p. 10), de modo que se relaciona la literatura de terror, o relativa a ella, bajo el legado aún vivo de King como principal exponente del género (posición que otros pueden discutir arguyendo otros exponentes como Clive Barker o el tan readaptado Lovecraft).
Ahora bien, los relatos no se ubican en el mundo literario del autor de La larga marcha; tampoco lo amplían. Las referencias no son explícitas, sino que mediante algunos temas establecen nexos con el autor homenajeado. Es un tributo más etéreo que concreto en ese sentido y, tal como mencionó el prologuista, los textos responden a la elaboración particular de cada autor sobre el miedo, no sobre King. Se presentan excepciones a esta regla en determinados cuentos, como en «Sonrisas» y «Pure fiction days», en donde aparecen dos referencias, respectivamente: personajes de It y el propio King.
El libro se divide en cuatro secciones que toman nombre de lugares emblemáticos dentro de los mundos del autor homenajeado. Cáceres explica esta división al relacionar la esencia de cada uno con la temática del cuento y sus personajes. En el caso de «Los Barrens» ―lugar de Maine en donde se reunían el famoso Club de los Perdedores en It― los cuentos integrados tienen como protagonistas a niños tal y como sucede en la novela mencionada de King. Estos personajes se enfrentan a sus miedos o enfrentan al lector a los suyos mediante tramas que abordan, en su mayoría, la cotidianeidad del hogar y la manera en que ésta adopta un aura misteriosa y amenazante, ya sea por los humanos o por sujetos no tan humanos… «Haven» es intitulado por el pueblo protagonista (también en Maine) de Los Tomycknockers, novela que gira en torno a la invasión de extraterrestres, aspecto otorgado a los cuentos en esta sección así como al uso de los espacios dimensionales. «Castle Rock», en cambio, agrupa relatos de diversos tipos, entre la figura del doble y el canibalismo “elegante”, ya que es una ciudad ficticia y sede de varias de sus historias. Por último, «Hotel Overlook» (sic.) contiene historias de lugares malditos y/o fantásticos, temática del famoso hotel homónimo en El resplandor de la novela y la película.
La calidad varía entre cuentos regulares, buenos y algunos muy buenos. Por ello considero a los siguientes como los relatos más destacables, tanto por la originalidad como por la buena prosa acompasada de un balance en el desarrollo narrativo, es decir, sin excesos de información o con un valor más allá de la anécdota. Un detalle: existe más de una versión de este libro según distintos editoriales, pero esta reseña vale para todos al tener los mismos cuentos.
1. «Los Domínguez y el diablo», de Mariana Enríquez: no es necesario que tenga frases memorables o una crítica social explícita para ser uno de los mejores relatos. De hecho, la llaneza de su historia, en tanto que fluye hacia su final sin caer en la banalidad, le otorga una calidad y elegancia literaria difícil de lograr. Aquí se nos relata la historia de Verónica, joven que visita constantemente a su amiga Mariela para alejarse de la atmósfera fría y hostil de su casa, debido a la depresión de sus padres ante la muerte del hermano de la chica. En sus incursiones, Verónica se da cuenta del fervor religioso que domina el hogar de su amiga, quien asiste junto con sus padres a extrañas ceremonias de una religión desconocida. Así, lo que en un inicio era un refugio, conforme avanza la historia se vuelve en un espacio extraño que oculta un peligro dentro y fuera de él. En el bautismo.
2. «Duplicados», de David Roas: cuento de ciencia ficción. Un profesor explica a sus alumnos la paradoja del gato de Schrödinger, pero ellos desean que lo demuestre con un gato real, por lo cual el maestro cede ante la presión y decide conseguir algunos felinos para su experimento en la siguiente clase. Sin embargo, pone a prueba su proyecto para evitar cualquier burla en el salón, aún con el peligro que (él no lo espera) podría desatar en la realidad. La historia es ingeniosa así como su desarrollo, en un relato breve que contiene planteamientos universales, mediante el protagonista, sobre el ámbito de la física y, en última instancia, del propio espacio-tiempo en el cual transitamos todos. Eso sí, no espere terror a menos que los universos paralelos le paralicen (chiste malo).
3. «La gente buena», de Alberto Chimal: en donde la protagonista es un monstruo y el terror se establece en una historia desquiciada. En este cuento, una mujer de clase alta reflexiona de manera progresiva sobre el comportamiento de sus empleados y el negocio de ciertos insumos de consumo humano, con ricos ganando y pobres perdiendo, en un sentido violento. Su mayor logro es la otredad, el ser perverso de los cuentos de terror que aquí recae en la figura de una humana quien revela al lector su papel sutil de víctima y victimaria entre distanciamientos de clases sociales.
4. «Setenta y siete», de Francisco Ortega: «Ella se lo comió a besos./ Él se la comió a mordidas». Antonieta, joven detective, busca ayuda del antiguo colega Martínez para poder resolver un violento caso de destripamiento y cuerpos desollados, caso que en el pasado Martínez había atendido pero sin éxito definitivo. Lo que en premisa parecer ser un relato policial, en realidad es sugerido desde su introducción como una historia sobrenatural y de terror, que hacia el final revela sus raíces históricas, ucrónicas, con alcances políticos que sobrepasan los esfuerzos de un investigador particular. Las escenas y los diálogos encajan y permiten avanzar la trama, a la vez que retratan la personalidad de cada uno de los personajes, aspecto que se agradece en un cuento de 19 páginas.
5. «El hotel del señor presidente», de Andrés Neuman: ¿miedo o humor negro? Es un relato ubicado en el limbo, que mezcla tanto espacios y momentos realistas, condicionados por un detalle desestabilizador. El político, como menciona el título, se hospeda en un hotel y le piden que firme el libro de visitas, en el cual encuentra una curiosa nota de queja sobre el bar del recinto. Lo que parece una simple anécdota se convierte, en los siguientes hoteles, en una suerte de persecución paranoica premeditada, ya que el presidente, al llegar a un nuevo hospedaje, se encuentra con otras notas del mismo sujeto en los libros de visitas. Los mensajes se transforman poco a poco hasta un tono directo, no solo con quejas o insinuaciones al mandatario, sino con órdenes que él no se arriesga a desobedecer extrañado por esta situación. Probablemente éste es el relato más entretenido de la compilación al saber crear de un simple elemento una trama sostenida hasta un final de resignación para el protagonista.
Detalles técnicos
Editorial: Casa Tomada
Año de publicación: 2018
Lugar de publicación: Lima
N° de páginas: 220