28 Feb
RESEÑA: Adiós, Ayacucho, de Julio Ortega

La literatura peruana de las últimas décadas ha abordado la época del terrorismo en registros distintos, tanto en cuentos como en novelas, etc. Y no es de extrañar, pues la guerra interna en donde grupos terroristas y militares masacraron civiles marcó el imaginario popular de una sociedad ya de por sí fragmentada. Es así que en 1986 apareció la presente novela corta de Ortega en pleno ojo de tormenta, una de las décadas más convulsas por el contexto ya expuesto.

Su título original fue Adiós Ayacucho: seguido de, El oro de Moscu y otros peligros que acechan a los adolescentes en sus primeros pasos hacia la vida adulta. Dentro de la crisis social, surgió específicamente tras la masacre de Uchuraccay, ocurrida en nuestra realidad el 26 de enero de 1983: ocho periodistas y su guía fueron asesinados en el pueblo homónimo, al parecer por ser confundidos como terroristas. Este suceso es clave para entender el discurso del texto, ya que una de las principales críticas lo alude en cuanto al distanciamiento entre la justicia oficial y la comprensión de los sujetos andinos. Un tema que años después entraría al debate nacional en la Comisión de la Verdad y Reconciliación de 2001.

Julio Ortega en una entrevista que le realizaron en el blog Libros a mí aquí 

Trama

Diversas circunstancias produjeron que, a día de hoy, el libro sea considerado como uno de los clásicos de la literatura peruana moderna (en el sentido de pertenecer a los últimos 50 años). Entre ellas se encuentra la propia trama. El dirigente campesino Alfonso Cánepa es asesinado y descuartizado tras presentarse en la comisaría debido a las acusaciones que recibe por pertenecer, supuestamente, a grupos terroristas. Ya en el foso, se levanta como un cadáver consciente dispuesto a viajar hasta Lima para recuperar el resto de su cuerpo y tener así un entierro digno.

La premisa y el desarrollo ya nos ofrecen elementos distintivos entre esta novela y otras sobre la violencia política y armada, que trataron el tema desde un registro realista. Aquí no, y el protagonista es una muestra. Como un recurso narrativo muy útil para elaborar su crítica social, el autor le otorga vida a un cadáver para mostrar, de manera explícita e implícita, los horrores de la época. Menciono también el desarrollo porque el viaje hacia Lima de Alfonso significará un peregrinaje accidentado construido mediante apariciones sociales diversas, desde un antropólogo “demasiado occidental” hasta narcotraficantes. Cada uno de los secundarios servirá para introducir opiniones sobre la “otrificación” de la sociedad capitalina hacia la andina. El protagonista será visto como un monstruo, o como un atractivo “de feria” según sea el escenario y las conveniencias de quienes le acompañen.

Karina Theurer ofrece un análisis esclarecedor sobre el aspecto legal en su artículo «Literatura y derecho en Adiós, Ayacucho». Volviendo a Uchuraccay, Theurer explica que la novela responde al Informe de Uchuraccay del mismo 1983. En ese documento se intenta liberar de responsabilidades penales a los nativos del lugar argumentando que, debido a su cultura no-moderna y alejada del desarrollo social y tecnológico, no tuvieron más remedio que actuar casi de manera instintiva acostumbrados a la violencia de la zona: sangre con sangre. Si viajamos hacia el contexto, el libro adquiere más sentido cuando, de manera reiterada, el protagonista alude a esa condición de “peruano cojudo” o bestial, incivilizado, una imagen construida para él como andino y no asumida por sí mismo. En otras palabras, se refiere a dicha condición para burlarse y restarle validez a ese tratamiento. ¿Vemos cómo tiene un contenido muy significativo tanto en su contexto como fuera de él, ya que conserva el tema universal del racismo, y local, del racismo hacia las personas provenientes de la sierra peruana? Es un acercamiento al porqué de su condición de clásico.

Sin embargo, su historia no es perfecta. El final es realmente bueno gracias a un nivel simbólico ingenioso por lo que decide hacer Alfonso, pero el recorrido es un poco inconsistente si mencionamos ciertos eventos, como la aparición de los narcotraficantes o de los propios senderistas-terroristas. Pareciera perder el rumbo con situaciones que avanzan la historia a trompicones, con meras casualidades. Su crítica social no le salva de algunas flaquezas de desarrollo.   

Siete de los periodistas asesinados en Uchuraccay

Personajes

La mayoría de las personas aparecidas son arquetipos, pues el autor los utiliza para representar ciertos sectores de la sociedad mientras la ironía recae en cada uno. Además, salvo el protagonista, el resto aparece en determinados momentos o secuencias de escenas, sin que haya uno con una relevancia cercana al muerto renacido.

  • Alfonso Cánepa: dirigente campesino de la comunidad de Quinua. En julio de un año indeterminado decide acercarse a la comisaría para enfrentar las acusaciones de terrorismo, demostrando que, en inicio, es una persona que confía en la justicia y, por ende, en la institucionalidad; al menos, espera que se cumplan las formalidades necesarias. Sin embargo, tras su asesinato se da cuenta de su error y agudiza su capacidad de ironizar y enfrentarse a los discursos oficiales que repiten algunos personajes de la capital, Lima. Si bien es el principal medio de crítica social, tiene una voz autónoma y definida que le permite ser un personaje vívido, y no solo una mera herramienta del autor.
  • El antropólogo: se encuentra con el protagonista en los primeros capítulos dentro de un camión mientras Cánepa se escondía para pasar desapercibido. Junto al camionero viajan hasta cierto punto de la ruta pues pretende realizarle un estudio antropológico y así conseguir una mejor titulación. Siempre intenta mantener la razón en cuanto al análisis del sujeto andino, como en su intento por conceptualizar y registrar dentro de categorías a Alfonso. Representa al sector oficial peruano en su vertiente académica.
  • José Ignacio Cruz: se encuentra con el protagonista en un puesto policial durante una parada. De apariencia fornida y alta, se presenta vestido de casaca negra y botas con una apariencia muy sospechosa para Alfonso, a quien termina preguntando por la camarada Diana, una líder terrorista aparecida previamente en otra zona. Es periodista de profesión, pero también cumple funciones de policía por vocación. Se halla ante el dilema de ir en búsqueda de Diana o de llevar a Cánepa hasta Lima para elaborar un reportaje.

Quinua, pueblo de origen de Alfonso Cánepa

Forma 

El narrador se encuentra en primera persona bajo la voz del protagonista. Si a ello sumamos la alta dosis de crítica sociopolítica, tenemos una prosa que otorga la misma importancia a los hechos como a los comentarios ante temas como la otrificación del andino, la violencia del sistema gubernamental, las matanzas terroristas, etc. En más de un momento la trama pareciera una excusa para transmitir este discurso, y no es extraño considerando el contexto antes mencionado y las intenciones del autor de responder al tratamiento otorgado a los sujetos de la sierra. Sin embargo, la participación de otras voces en los diálogos, aunque sea para ser ironizadas después, le da una mayor vida y dinamismo a la narración y no tan solo un mero discurso sociológico. Por ejemplo, mientras Alfonso y el antropólogo conversan sobre el presidente Belaúnde:

—Mucha vaina —protestó el antropólogo, harto de escribir—. No esperarás que te responda.

—¿Por qué no? Yo también voté por él.

—Es mejor perder por un número de votos, que por un número de muertos— se burló él.

—Sin comentarios —respondí.

—¿Y luego?

—Daremos nuestra primera conferencia de prensa —dije.

Mi cronista enrojecía.

—¡Tú te estás pasando! Por favor, recapacita. Primero te las das de Guamán Poma acriollado, con esos anteojos de sol y ese sombrero morochuco. Y ahora quieres pasar por uno de esos fenómenos medio humanos que anuncian el fin del mundo. ¿Sabes lo que te harán? Los psiquiatras de Belaúnde te recetarán un electroshock, y quedarás hecho ceniza.

Adiós, Ayacucho es de esas novelas que se comprenden y disfrutan mejor cuando se conoce el contexto en el cual se publicó. El abordaje hacia un tema tan delicado como la época del terrorismo adquiere aquí matices irónicos, y hasta surrealistas por momentos, gracias a lo fantástico plasmado en Alfonso Cánepa, ese cuerpo mutilado que rebela los horrores de la violencia articulada desde distintos puntos, tanto de Sendero Luminoso como del propio gobierno representado en la historia. Tal cual se pudo observar, la literatura fantástica tiene distintos usos y ejemplos, y este es un caso paradigmático de denuncia social e irrupción en la realidad.

Pdt: ¿qué contiene la nueva edición del FCE? Aparte de la novela en sí, incluye el guion teatral de la adaptación hecha en 1990 por el grupo Yuyachkani y unos artículos que analizan el contenido del libro desde distintos puntos de vista, como el legal y literario.

Detalles técnicos:

Género: Fantasía

Editorial: Fondo de Cultura Económica

Año original de publicación: 1986

Año de la presente edición: 2018

Nº de páginas: 171


 


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