28 Oct
La bruja de Ravensworth: una novela «diabólica»

Cuando se aborda el tema de las novelas góticas fundacionales, se suele mencionar a El castillo de Otranto, Los misterios de Udolfo o Melmoth el errabundo. En cambio, la obra de George Brewer solía pasar desapercibida, al menos en nuestro idioma, hasta que la editorial Siruela editó el libro del título en 2020, cuya traducción estuvo a cargo de Alfonso Boix Jovaní. 

Brewer vivió entre la segunda mitad del siglo XVIII y el primero del XIX, durante el apogeo del Romanticismo y la aparición del arte gótico. En tal contexto, no es extraña la publicación de la novela, originalmente en 1808 y luego en 1842 con una edición revisada. En comparación con la mínima crudeza de El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole, aunque sin ser demasiado explícito, contiene algunas escenas grotescas y repulsivas para una sociedad aún católica y conservadora; es decir, que presenta momentos demoníacos para su contexto. 

Entonces, ¿de qué trata y por qué no es una obra menor del terror clásico? 

Alfonso Boix Jovaní, el traductor

Trama 

Ambientada en la Edad Media, nos trasladamos al entorno de la nobleza. El barón de La Braunch pretende incrementar sus bienes materiales, por lo que seduce a lady Bertha con el fin de casarse y obtener, por derecho, lo que ella posee. Y lo consigue. Es en el día de la boda cuando se desatará el rumbo principal de la historia gracias a la aparición de la bruja, quien lanza una maldición sobre la novia augurándole futuras desdichas. El barón piensa en la anciana como una posibilidad para tener aún más dinero y poder tras el suceso. Motivado por su avaricia, iniciará entonces una serie de visitas a su choza que provocarán tragedias no solo a él mismo, sino a su alrededor. 

El ritmo es ágil, al menos durante los primeros capítulos. Lo mencionado en el anterior párrafo resulta ser tan solo la premisa desarrollada, sobre todo, en las primeras páginas, de modo que el autor no da rodeos para que la bruja aparezca, sí acaso para el inicio de los tratos entre ella y el barón. Precisamente, es esa prisa en el planteamiento de los eventos lo que afecta a la calidad, ya que, en contraste con el desarrollo de la trama, el inicio es plano y superficial para con sus personajes.  

Sin embargo, el ritmo disminuye tras ese comienzo para dar pase a una linealidad no lenta, pero tampoco apresurada. De hecho, por esta característica es que mejora cada vez más. Cuando los sucesos más predecibles ocurren, aparecen nuevos elementos de conflicto que amplían la complejidad de la historia para enriquecerla sin romper su lógica ni volver ininteligible el contenido. Pues si el protagonista debe cumplir con las condiciones iniciales de la bruja para conseguir su primer cometido, ¿qué más puede suceder? 

La respuesta se halla tanto en los distintos segmentos de la trama como en el final. Es cierto que por momentos parece que el autor no planeó cómo iba a finalizarlo, pero el desenlace de la novela une prácticamente todos los cabos sembrados de manera previa, de modo que el resultado final es el de una creación redonda en su historia, aunque no compacta. ¿Por qué? Porque, cuando lo terminamos, podemos observar que se incluyó el factor del azar en el desarrollo; es decir, no resulta tan esquemático. 

Pero no es la estructura de la historia lo que resalta realmente, sino sus detalles ornamentales. Al fin y al cabo, puede gustar o no la manera de construir el final, mas es lo grotesco su aporte más llamativo. El barón es conducido por la bruja hacia pasajes extravagantes para cumplir ritos necesarios; solo así consigue sus deseos. Aunque extravagante no es tan preciso como demoníaco debido a las figuras y sonidos de índole infernal, que van más allá de un gótico medido, a los cuales él es sometido. Carcajadas, oscuridad, engendros o demonios… algunos momentos se atreven a ir más allá de los paisajes sombríos y los castillos para apelar a ese satanismo del siglo XIX expresado en pinturas como las de Doré o Boulanger, pero con un enfoque de perversidad que recuerda a libros como Gargantúa y Pantagruel (1534), al menos en sus representaciones pictóricas. 

Edición en inglés de 2006 por la editorial Valancourt Books

Personajes 

Hay varios; no obstante, son pocos los que importan. Por una parte, es cierto que no hay demasiada profundidad psicológica ya no en el protagonista, que hay un poco, sino en los secundarios. De hecho, los que saltan a la vista son los sirvientes del barón, cuyas personalidades son descritas como en una descripción de catálogo, mas en el nudo solo se destacan rasgos concretos y no los matices indicados en esos primeros capítulos que los caracterizaban como sujetos con defectos, para nada idealizados. En contraparte, también es cierto que Brewer no pierde más tiempo con ellos en relleno innecesario, y solo cumplen funciones accesorias. En cambio, se encuentran estos tres: 

  • Barón de La Braunch: odia al pequeño Edward, hijo de Bertha, debido al iure uxoris, norma por la cual podría obtener todos los bienes de su esposa… si no fuera por la existencia del primer hijo, el real heredero. Ya comentaba que es una persona avara, ambiciosa. Sus decisiones se guían por el deseo de siempre obtener más, inclusive si debe sacrificar en todo sentido al resto. Ahora bien, el rasgo interesante es su pequeña capacidad de culpa, una semilla pequeña que le otorga un poco de riqueza y lo aleja de ser un simple personaje plano. No se detiene hasta conseguir sus objetivos, pero dicha característica permitirá que tenga una evolución de personaje —un poco apresurada— cuando sopese sus acciones y las consecuencias, ya sea para redimirse o empeorar. Dejo la duda para no soltar el spoiler.
  • Ann Ramsay: la bruja. Responde a la clásica imagen de este tipo de personajes, es decir, la de una anciana decrépita, horrible y malvada. Sin embargo, esconde sus propios secretos. Como sirvienta del diablo, cumplirá los anhelos del barón solamente con ciertos sacrificios, los que moverán la trama durante el nudo. Vive en un área alejada del castillo, en un lar empobrecido, que tiene como vecinos, no obstante, caminos secretos hacia otros lugares de Ravensworth.
  • Lady Bertha: viuda del lord Edward de Martindale. Tiene una personalidad apasible, hogareña, la de una clásica dama virtuosa que atiende a su esposo según los cánones de buena mujer de la época. De los tres, es la menos interesante en cuanto a carácter, pues no sufre cambios, sino que reacciona de acuerdo a él según las circunstancias y vive para su familia. De todos modos, su rol es fundamental para la historia y los secretos que oculta.
Ravensworth (North Yorkshire, Inglaterra ) en la vida real

Forma 

Se compone de 42 capítulos sin otras subdivisiones. Tienen una extensión variada: algunas pueden durar solo una cara; otras, cuatro o cinco. Y todos permiten que uno pause la lectura cuando desee al no tener duraciones muy extensas. 

En cuanto al narrador, suele ser descriptivo tanto en prosopografías (físico de los personajes) y etopeyas (personalidades) como en los ambientes donde se desenvuelven los sucesos. Por lo último, el ingrediente gótico se sustenta en la elaboración de esos paisajes arbóreos o campestres, como las colinas, y de los cuartos y salas del castillo del barón, lo que deviene en una fortaleza. En cambio, aunque algunos personajes puedan tener cambios en su carácter, como ya indicaba en el anterior apartado, sus apariciones pueden resultar acartonadas sobre todo para un lector del siglo XXI ya acostumbrado a una construcción definida y vivaz de la psique humana. 

Si una opinión puede ser consensuada sobre La bruja de Ravensworth es que su importancia para la historia de la literatura gótica y de terror debería posicionarla al nivel de otros clásicos del siglo XIX. Para mí, es una obra que mejora conforme avanzan sus capítulos cual medio de entretenimiento, y que inclusive supera a otras como El castillo de Otranto. Y las fisuras en su ambientación relativamente calmada para implementar atmósferas extraídas de avernos infernales son una joya. Así, el nudo compensa sus flaquezas.

Detalles técnicos:

Género: Fantasía

Editorial: Siruela

Año original de publicación: 1808 (edición príncipe) 1842 (edición revisada) 

Año de la presente edición: 2020

Nº de páginas: 196

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