¿No es peculiar, por no decir ambivalente, esa situación donde un lector espera leer una obra con ansias, pero que por diversas razones la aplaza hasta cierto momento, el momento, en el que abre las páginas? La Biblioteca de Carfax es una de las editoriales contemporáneas de terror más importantes; publican tanto a autores nuevos como a clásicos. Así pues, cuando supe de la existencia de esta novela de John Langan fue amor a primera vista, sin motivos concretos en un inicio, pero con un mayor interés de mi parte al ir leyendo reseñas sobre el mismo.
Publicado originalmente en 2016, ganó el Premio Bram Stoker en el mismo año. La premisa oficial en español no lo indica, pero sus lectores en blogs y páginas diversas indican su pertenencia al horror cósmico, aspecto que me llamó aún más la atención. ¿De qué trata, entonces? Dos viudos y compañeros de trabajo buscan consuelo en la pesca tras perder a sus esposas y, uno de ellos, a sus hijos. Tras días de estrés postraumático, uno insiste en ir al arroyo del Holandés a pesar del pasado y las leyendas sobre la zona, las que conocerán en un puesto de desayuno en plena ruta.
John Langan
A simple leída, la premisa se sirve de un elemento tan utilizado en el terror como el pasado de determinados lugares. Suelen ser casas malditas, aunque también los hay de pueblos enteros; Innsmouth es un ejemplo clásico. Langan utiliza tal recurso de una manera peculiar, relacionado más bien a una fuente de agua como un arroyo de modo que la premisa no se siente tan cliché y puede llamar la atención del lector.
Sin embargo, el mayor logro del libro y en sí su característica más importante es la manera de estructurar la trama. Como las muñecas matrioshka, existe una historia dentro de otra, y aquí es el pasado del lugar en el que pretenden pescar los protagonistas, Abraham o Abe y Dan. El primer nivel es el de los dos compañeros y la narración de Abe sobre sus pérdidas y el impacto en la vida cotidiana de cada uno. Sin prisas, pero sin pausas innecesarias, detalla los traumas sobrevenidos por las muertes y la aparición de la pesca en sus nuevas vidas como una manera de sobrellevar sus meses de luto.
El segundo nivel se inicia gracias a Howard, el cocinero de la cafetería de Herman. Nuestros personajes se detienen un momento a desayunar en pleno día lluvioso de camino al arroyo y, cuando mencionan su meta de ir hacia esa misteriosa fuente, Howard se asombra/asusta y decide contarles sobre lo acaecido en la construcción de un embalse. Su narración es recordada por Abraham y reproducida en sus palabras, narración que en realidad ocupa gran parte de la historia. ¿Quién es el Pescador? ¿Por qué existe un aura oscura y secretista sobre el arroyo del Holandés? Sus respuestas son un poco complejas y ricas para develar los secretos del libro.
Es así que todo lo que sabe Howard proviene del testimonio del reverendo Mapple, a quien su búsqueda por los misterios del arroyo lo lleva a Lottie Schmidt en un geriátrico. Y es ella quien inicia el tercer nivel, aquel que retrocede en el tiempo hasta el siglo XIX. A modo de repaso, el primer nivel son el de Abraham y Dan transcurrido a fines del siglo XX; el segundo, el de Mapple y sus investigaciones; el tercero, el de Lottie, que retrocede al siglo anterior gracias a que las experiencias con el Pescador inician antes de su propio nacimiento, y luego tras él con sus padres.
Los detalles son numerosos y no tiene gracia revelarlos todos, pues conllevan spoilers; este es de esos libros cuyo desarrollo de trama conviene descubrirlo a profundidad por uno mismo. Sin embargo, algunos aspectos se pueden comentar para mostrarles por qué Langan construyó una ambiciosa historia de terror.
Uno de esos aspectos es el registro histórico. No, no es una novela histórica con datos que deban ser cotejados a cada rato para comprobar su veracidad (no es la intención del texto), pero el apoyo en eventos reales para elaborar la trama no solo sirve como marco temporal. La migración de comunidades europeas al entonces futuro Estados Unidos durante el siglo XVIII permite intentar conseguir un giro de tuerca a la oralidad, a los relatos de los primeros pobladores no nativos sobre la aparición repentina de un tipo desconocido en esas tierras; en otras palabras, del Pescador. Contrario a la característica sobre las leyendas que indica su total ficcionalidad y descreimiento para con los receptores, la novela incide en la veracidad de su principal elemento sobrenatural para los personajes de su mundo. Nosotros como lectores sabemos que es una ficción, pero en la historia se pretende que no lo sea, que ese marco histórico-social despeje la ambigüedad sobre el Pescador y lo anuncie como un personaje ominoso, real, desde tiempos antaños y, por añadidura, para el presente. O, dicho de otro modo, que el peligro se transmita vívido desde el tercer nivel hasta el primero. Y el autor lo consigue con creces.
No sé hasta qué punto lo anterior es tan original en el terror contemporáneo, ya que en Hex, de Thomas Olde Heuvelt se utiliza el mismo recurso. No obstante, su modo de enfocar el «horror cósmico» sí lo es.
Su base se desprende del registro histórico. Los migrantes en la novela trajeron consigo su cosmovisión y valores cristianos, detalle aparentemente accesorio, pero con cierta relevancia para hacer más verosímil la inclusión de un aparente cosmicismo que explique el origen y objetivos del Pescador. Aunque, siendo estrictos, en realidad no hay horror cósmico de tipo lovecraftiano. Algunas opiniones califican al libro como de este tipo de terror… y ciertos elementos (fuentes de agua, animales marinos, la pesca) recuerdan al imaginario creado por los cultores de los Mitos de Cthulhu. He ahí la trampa, y el ingenio del novelista. La Biblia contiene pasajes de absoluto terror, algunos inclusive de corte marino: es el contenido el encargado de recoger ambos mundos y condensarlos en su trama. Después de todo, se sugiere los lazos entre el horror cósmico y el terror bíblico.
En contraparte, no todos son aciertos. Con el fin de conocer bien al Pescador se incluyen varios personajes y eventos en la historia del arroyo, lo que contrasta con la escasa información ofrecida sobre las debilidades del personaje. Peor aún es el final, uno que, sin ser terrible, no se encuentra a la altura del nudo. Los capítulos finales transmiten la sensación de no tener un rumbo fijo y, así, el desenlace resulta un tanto cliché y soso.
Portada de la edición original en inglés
Sin duda me parece el mejor apartado. Langan se toma el tiempo suficiente para mostrar y desarrollar su psicología, los problemas que afrontan y en los distintos contextos vividos. Por ejemplo, el tema del luto se expresa en los dos protagonistas (me recuerda en parte a Cementerio de animales…):
Asimismo, los personajes del pasado más relevantes para la trama son:
Montañas de Catskill, lugar donde se haya el arroyo del Holandés
El comienzo es una referencia al inicio de Moby Dick y, a la vez, un guiño un poco sutil al secreto del arroyo:
No me llaméis Abraham: llamadme Abe.
Se compone de tres partes («Hombres sin mujeres», «Der Fischer: un cuento de terror», «A la orilla del océano negro») con un total de 39 capítulos. Un detalle curioso del que me percaté mientras escribía esta reseña es la división de esos episodios, puesto que en el tercero se interrumpe la historia de los dos amigos y empieza la narración de Howard desde un nuevo primer capítulo durante toda la segunda parte; recién al iniciar la tercera, se retoma el cuarto en la trama inicial de Abe. Detalles mínimos, pero que ofrecen mayor independencia a la segunda sección y mejoran la impresión de dos novelas en uno.
Otro rasgo aún más notorio es el uso de la prolepsis. Característico del estilo de Lovecraft, quien antes de presentar al ente cósmico de turno anticipa el pavor provocado, el narrador del primer nivel lo utiliza para crear la atmósfera de miedo y transmitir al lector lo que ocurrirá en los próximos capítulos. Puede ser utilizado no pocas veces al inicio al punto de, tal vez, agotar un poco y gastar su efectividad, pero la sensación general de terror sí logra ser construida. Esto se debe también al tipo de voz utilizada, que es en primera persona, del propio Abraham. De esa manera la anticipación se realiza desde una perspectiva más íntima y por alguien que ya vivió los hechos a contar en las próximas páginas.
Solo puedo deciros lo que oí y lo que vi. Sé que el arroyo del Holandés es profundo, mucho más profundo de lo que debería, y no quiero ni pensar de qué está lleno. He recorrido el bosque hasta un lugar que no hallaréis en los mapas, en ningún mapa que vendan en la gasolinera o en la tienda de artículos deportivos. Me he quedado clavado en la orilla de un océano cuyas olas eran tan negras como la tinta que se filtra por la punta de este bolígrafo.
Y una coda: el juego de la fluidez narrativa. ¿Recuerdan que el segundo nivel era narrado por Howard? Pues sí bien es patente en varios capítulos, hay detalles ya en el tercer nivel, a partir de los conocimientos de Lottie, que son tan específicos que no son simplemente recuerdos o pasajes introducidos por la voz de algún personaje. El cocinero narra, pero poco a poco sus palabras de diluyen en una especie de narrador omnisciente astuto, aquel que conoce muchas cosas, mas no las revela todas para continuar con el hilo de la historia y el aura oscura del Pescador.
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Hasta ahora leí pocos ganadores del Bram Stoker y ninguno me ha decepcionado. Langan tampoco, y recordar todos los detalles anteriores me ayuda a entender por qué su novela no solo es entretenida, sino profunda sin ser pretenciosa. Logra desarrollar el tema de la pérdida, el luto y el anhelo por volver a ver al ser querido en un estilo pulido en detalles obvios y no tan notorios. Posiblemente, una de las mejores obras de horror contemporáneo.
Detalles técnicos:
Género: Fantástico
Editorial: La Biblioteca de Carfax
Año original de publicación: 2016
Año de la presente edición: 2018
Nº de páginas: 355