30 Apr
El día que regresamos, una postpandemia vacía

Una vez escuché decir a un bloguero en un directo en Youtube que, si al leer una reseña de libros hallaba una frase similar a «gracias a la editorial por el envío», abandonaba su lectura. Bueno, lo entiendo en tanto el que publica tal opinión puede verse comprometido por el regalo, evitando afirmar algo negativo sobre el mismo. Este no será el caso. 

Hace unos meses la editorial peruana Pandemonium me obsequió sus libros, por lo cual repito aquí mis agradecimientos —no, no es lo que piensas, honesto reseñista—. De todos ellos, este era uno de los que más me llamaba la atención. El día que regresamos es una compilación de relatos acerca de la pandemia de la covid-19, de especulaciones sobre un tiempo posterior al del 2020 ya sea cercano o lejano hacia el futuro. Su potencial no solo radica en ser un tema llamativo para nuestra época inmediata, sino para observar de qué manera las creadoras lo han asimilado en su propio quehacer literario. Porque sí, todas las participantes son mujeres en un entorno donde la ciencia ficción es producida generalmente por hombres (en novelas peruanas solo basta con realizar un conteo). Una oportunidad valiosa de expresión para literatas sobre todo de Latinoamérica y España. 

En total contiene 20 escritos de 20 autoras distintas. Catorce de ellas son peruanas, dos de España, una de Francia, una de Bolivia, una de Chile y una de Ecuador. Hugo Luque es el compilador y Alfredo Dammert el prologuista; en su prólogo podemos hallar una clasificación general de las temáticas. Originalmente ellas iban a formar parte de Ucrónica, otro libro de la editorial sobre ucronías. Sin embargo, llegaron las cuarentenas, el comercio editorial cambió y fue así como en mayo, si mal no recuerdo, publicaron la primera versión digital de El día que regresamos y en julio la versión física. Leí esta. 

Un detalle a tener en cuenta es su brevedad en dos sentidos: extensión del relato y tiempo de creación. Extensión porque ninguno supera las cuatro caras; creación por la semana que les tomó crear estas historias, según una entrevista a la editora Tania Huerta en la web Lee Mujeres. El periodo corto no justifica del todo las flaquezas y algunas virtudes que luego mencionaré, pero sí puede indicarnos al resultado como consecuencia de un proceso acelerado. 

Para adentrarnos en el contenido, Dammert nos ayuda con los temas, a saber, el de los contagiados, el encuentro con extraterrestres, el uso de la tecnología para resolver problemas y el impacto emocional de la cuarentena; la mayor parte de los relatos trata sobre el tercero. La calidad se halla dispersa entre todos ellos, el asunto central no determina su nivel y, más bien, los que destacan lo consiguen en tanto logran ser lo que mínimamente se proponen: ser un cuento, contar una historia. 

Más allá de flaquezas particulares, el principal problema del conjunto es la manera como abordan el tópico del encierro en relación con su contexto social. Es un arma de doble filo representar un tema de álgido interés, ya que o bien consigue superar la curiosidad inicial del lector y narrarle algo nuevo e interesante o bien cae en mensajes harto conocidos y, por lo mismo, cansinos. Este libro se publicó poco tiempo después de la cuarentena de marzo y la mayoría podía conocer la sensación general, el del agobio, estrés y miedo motivados por la pandemia. Y muchos de estos textos repiten ese mantra en el mejor de los casos para contextualizar (detalle innecesario para el lector inmediato que conoce la situación mundial); en el peor, para centrarse en eso. 

Es por esto que, para mí, los peores son los siguientes: «Al final del arcoiris», de Adriana Larco de Zadra (una mujer recluida por el encierro espera en su hogar a que llegue su amado); «2022», de Cecilia Valdivia (grupos de pandilleros controlan la Lima pandémica); «Cuando te encuentre», de Danae R. S. (un joven intenta encontrarse con su familia desaparecida); «Desolación», de Kristina Ramos (una mujer desesperada observa los asesinatos de y por los infectados); «Un nuevo amanecer», de Liliana Flores Vega (todos sufren la cuarentena y son avisados de que no pueden abrir ni sus ventanas durante unos pocos días); «En donde están los que quiero», de Jeanette Realpe (una mujer está harta de sus problemas interpersonales durante la pandemia); «Distrito viejo», de Alejandra P. Demarini (los jóvenes vuelven a visitar a los ancianos). Todos esbozan situaciones desde perspectivas generales sin un inicio, nudo y desenlace que lo aprovechen con una trama concreta, cual cuadros costumbristas, pero sin la picaresca ni genialidad de los producidos durante el siglo XIX. 

Portada de la primera edición digital

Otros se encuentran un escalón por encima al plantear una historia sin depender solamente de la angustia por la pandemia. Sin embargo, no consiguen desarrollar sus respectivos acontecimientos. Estos son: 

  • «Quebrantacerebros» (Maria Larralde): la policía ANTICOVID se crea con el objetivo de controlar la aparición de nuevos infectados, especialmente de aquellos quienes pierden la consciencia y se vuelven violentos. Una ciudadana observa todo esto y se prepara para enfrentarlos en caso sea necesario. La premisa podría haber sido excusa para un cuento llamativo de claro tinte distópico, centrado en aquella chica, pero casi todo es una extensa introducción para concluir en muy pocas líneas el punto álgido, el clímax y el desenlace, es decir, la tensión de una historia desarrollada.
  • «SAṂSĀRA» (Antoanette Alza): ambientado en un futuro lejano, está narrado en forma de misivas de parte de Asimov X a su hija Asimov III, ambas mezclas entre tardígrados y humanos. Asimov X es la jefa de la misión GER, que consiste en colonizar nuevos planetas, y durante sus labores viajará al pasado para salvar a su descendencia y evitar el caos de la covid. Si la trama parece enrevesada se debe al propio desarrollo, o a la falta de este, pues hay varios elementos interconectados que no mantienen un nudo fluido, y es así como termina pareciendo un collage de elementos cienciaficcioneros. Además, la escritura es tosca y, por momentos, innecesariamente histriónica.
  • «El dron y la chasqui» (Mirza Mendoza): en Lima ha aparecido un nuevo medio de entregas, los chasquis en bicicletas. Ellos compiten con el tradicional delivery y los drones de reparto, y es una de ellas quien trabaja como tal a la par que reflexiona sobre el nuevo estilo de vida citadino. La premisa me parece más original que la de Larralde, pero, al igual que el anterior cuento, sufre casi del mismo problema; no obstante, el conflicto particular de la protagonista se desarrolla con un poco más de párrafos.

Ahora sí, aquellos que califiqué en el rango de 3 sobre 5 por centrarse en sus propias historias de inicio a fin son: 

  • «After all» (Tanya Tynjälä): trata el pavor por las vacunas. Melania tiene como deber hallar a todos los impolutos o no inoculados para que adquieran el virus mediante la inyección, expandiendo así una especie de estado rebaño donde ya no habría miedo por huir de la enfermedad; sin embargo, la propia protagonista tiene pulmones artificiales como efecto secundario de la inoculación. La crítica sobre la obligatoriedad de las medidas sanitarias se halla bien planteada gracias a la ironía, pero ese cambio de perspectiva entre el inicio y el resto del breve relato no encajan muy bien, más aún en una extensión de dos páginas.
  • «La especie 5618» (Rocío Qespi): posterior a tres pandemias globales que arrasaron con la mayoría de los hombres para 2097, un grupo de chicas denominadas como las mujeres del viento viajan al pasado para impedir la catástrofe mediante el conocimiento adquirido de los extraterrestres biocibernéticos Maskin. A simple leída la historia cumple con cerrar su conflicto central, pero su defecto es la condensación de varios elementos en poco espacio, tales como las invasiones espaciales, las pestes, la manipulación genética y los viajes temporales. Personalmente, además, no me transmitió emoción alguna de ningún tipo.
  • «Sin gusto, sin olfato» (Lizeth Tamara): dos personas se hallan distanciadas por la cuarentena y en el vecindario de uno empieza a llegar el virus, de modo que su salud peligra. La trama es muy sencilla y no tiene ningún atractivo, salvo por el desenlace, el cual contiene el verdadero impacto emocional de aquel distanciamiento forzoso.
  • «Polvillo azul» (Tania Huerta): para combatir al virus se usa un polvo especial, esparcido por limpiadores públicos o mediante respiradores al que se conectan las personas. Sin embargo, nada es lo que parece. La revelación final es el principal atractivo del cuento y, si bien todo lo anterior construye dicho impacto final, no se encuentra a la altura del clímax. Es una cotidianeidad sin mayor inventiva que la de otros relatos aquí presentes.
  • «Amarilis y los Primayales» (Kathy Serrano): Amarilis avisa a todos que se aproxima una pandemia y que unos extraterrestres llamados Primayales los recogerá en sus naves, por lo cual deben encerrarse en sus casas. Como es de esperar, casi nadie la obedece. La historia se vale por sí misma sin realizar extensas digresiones de nuestro contexto. Aun así, no posee alguna lectura más o interés aparte de la posible equivalencia con la poetisa peruana del siglo XVI.
  • «Catarsis» (Jossibell V. Lema): Jodie perdió en 2016 a uno de sus mejores amigos y, luego del fin de la cuarentena, visita la tumba. Cuando se dispone a ir a la casa de su mamá y su abuela, nota una niebla extraña, un indicio de algo que ha llegado a la ciudad tal vez para quedarse… La historia no tiene mayores pretensiones que la de conectar dos tópicos distintos del género, pero funciona.

 Y los mejores al nivel de un 3.8 y 4 puntos son: 

  • «Aprendiendo a no estar sola» (Begoña Pérez): el más enternecedor. En Madrid, una vecina antaño huraña extraña la vida social de sus vecinos cuando llegan la cuarentena y las muertes. Con quien más se encariña es con uno de ellos, Ezequiel, pero las circunstancias darán un giro fantástico. La trama es sencilla, sí, pero de principio a fin la autora lo desarrolla de modo que en pocos párrafos establece los puntos básicos de un texto narrativo, a saber, un inicio claro, un conflicto central y una conclusión que no solo se sostiene por ser un giro de tuerca, sino por aportar al tema central, el de la melancolía por la compañía de los seres queridos.
  • «Cuando ella despertó» (Sophie Canal): refugiada y encerrada en una torre de Miraflores, una mujer vive rodeada de sus plantas que cada vez cobran mayor vida… hasta el día que decide salir. Su acierto es poseer una doble lectura en tanto a nivel superficial la historia es una hipérbole o exageración de la cuarentena, pero a su vez es un mensaje sobre la recuperación de la naturaleza en perjuicio del ser humano. Y este asunto, a su vez, fue mencionado en los medios de comunicación y redes sociales durante los primeros meses de cuarentena.
  • «Rutina interrumpida» (Eliana Soza): el agobio de una pareja por el encierro es interrumpido un día en el que ven, desde su ventana, a sus vecinos medianamente rejuvenecidos caminar por las calles. Sin embargo, esos vecinos también son testigos del evento. A comparación de otros textos, su introducción más o menos extensa no solo sirve para decirnos nada nuevo, sino que conforma esa primera situación que a mitad del relato será contrastada con el primer punto de giro, el de personas libres en las calles en plena cuarentena. En otras palabras, nada se siente como relleno. Y el final es directo, claro y conciso.
  • «Ocurrió un lunes» (Andrea Amosson): el maltrato sexual y físico hacia una chica será el motivo de su venganza cuando ella empiece a recibir kits de prueba para saber si está contagiada y ya inmunizada. Solo lo usará en ella, mientras ocultará o destruirá los de su pareja cuando duerme para al fin gozar de una oportunidad en el final del cuento. No solo plantea una historia llamativa que aborda el encierro por la pandemia, sino la claustrofobia de una prisión emocional en una relación abusiva. Además, lo hace de manera explícita, pero con detalles ubicados de manera breve y sutil durante el desarrollo. Un relato muy bien pensado.

De esos libros con potencial desaprovechado, El día que regresamos es uno de ellos. El corto tiempo del que dispusieron las autoras para crearlos puede ser un factor importante para entender estos resultados mejorables, pero no siempre es una excusa. Sin ir más lejos, basta con leer los cuatro mejores del libro a mi parecer. Su calidad variada no me impide pensar, de todos modos, que, aunque en calidad no destaque mucho, sí puede ser considerado a futuro cuando se estudie la representación de la pandemia del 2020 en la literatura peruana. Allí dejo esa suposición, prospección.

Detalles técnicos:

Género: Ciencia ficción, fantástico

Editorial: Pandemonium

Año de publicación: 2020

Nº de páginas: 100

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