25 Oct
Códice infame, de Carlos Carrillo, y la superficialidad en el gore

Cuando se habla de literatura de terror en el Perú, el nombre de Carlos Carrillo sale a relucir. No sorprende si uno se detiene a pensar en cuál es el circuito que acobijó las obras de horror, es decir, el de las editoriales independientes, espacio donde él empezó a publicar su Para tenerlos bajo llave en la década de los años 90. También sus relatos fueron incluidos en diversos números de revistas, las que contribuyeron al aumento de la producción contemporánea de este tipo de literatura. 

El resultado de aquellos cuentos dispersos es el presente libro, publicado en 2020. Códice infame es la reunión de sus historias previamente aparecidas en compilaciones de relatos y revistas, en total 15. Al final de cada uno se indica su procedencia. Solo 4 no tienen ese dato, razón por la cual puede decirse que hay 4 historias inéditas: «La manifestación de la bestia», «Unidos en la gloria del Señor», «La voz de Karina» y «La cofradía del Babero de Satán». 

El contenido se centra sobre todo en el horror corporal bajo diversas manifestaciones. Ya sea con descuartizamientos, violaciones o mutaciones físicas, el impacto gráfico de esas escenas es el rasgo más llamativo a lo largo de sus páginas. Por lo mismo, una de sus principales influencias es el horror cósmico, esa vertiente lovecraftiana que en sus readaptaciones cobró importancia la vulnerabilidad del cuerpo, utilizado como recipiente, sacrificio, etc. Carrillo adopta esta última lectura junto a la visión pornográfica desarrollada, por ejemplo, por Alan Moore en Neonomicon. No, no incluye imágenes, pero casi todos estos textos son sumamente descriptivos en las escenas sangrientas. Así que en verdad no es recomendable para cualquier lector, menos para quien no esté acostumbrado al terror. 

Ahora bien, este rasgo es una de sus principales flaquezas. Un primer vistazo puede golpear al lector por todo lo ya dicho; inclusive quien venga de leer clásicas historias de fantasmas se sorprendería por la brutalidad de las tramas. Ello cambia una vez asimilamos el contenido. El horror corporal y la transgresión implícita a la ficción más amable no son excusas para descuidar los aspectos técnicos de los cuentos, menos aún en la estructura narrativa. Pienso que el problema no es el nivel de violencia incluida, ya que es un rasgo, no un índice de calidad, sino el nivel de atención prestada a ella en perjuicio de la tensión. A menos que fueran otro tipo de textos, los cuentos se caracterizan por desarrollar conflictos de un punto A al B a través de un recorrido o estructura. Esta posee subdivisiones, momentos que otorgan movimiento a la crisis de la historia desde un primer punto de quiebre que predispone la trama hacia ese problema, un punto álgido del conflicto y un clímax que lleva al desenlace. Hay más y mi objetivo no es explicarlo de manera detenida, sino en indicar que muchos de los cuentos se sienten incompletos, con una superficialidad que limita las escenas al gore sin un trasfondo planteado y construido. Lo sangriento como foco, no como complemento, sin un desarrollo que lo soporte. 

Y no solo afecta a la atmósfera general. La falta de una verosimilitud y un desarrollo psicológico de los personajes en situaciones extremas ofrecen momentos un tanto irreales y absurdos, como un asustadizo empleado que anhela ser sodomizado luego de ser testigo de un descuartizamiento o una pareja que solo desea ver agonizar sus cuerpos entre vómitos y excremento. Vamos, no importa que tan sadomasoquista sea el personaje, sin una historia construida ellos solo se limitan a ser planos, representaciones de una idea, no de una personalidad. 

Carlos Carrillo. Fuente

De todas maneras, hay unos cuantos casos que ejemplifican cómo lo grotesco puede ir de la mano con la construcción narrativa. Pero, como son las excepciones, prefiero mostrarles en primer lugar al grupo mayoritario: 

  • «Tan denso como una cruz invertida»: una muestra de horror cósmico al estilo erótico y metalero de Alan Moore, pero sin tanta originalidad. El dueño del fanzine Infinite Horror decide entrevistar para su publicación a Yamé Tócoro, único miembro de la banda de black metal Magnum Innominandum. Su interacción con el sujeto lo incomodarán y a la vez lo llevarán a apoyarlo en la ejecución de su concierto, uno donde planea conseguir la transmutación carnal… La historia es disfrutable y sencilla si se mantienen bajas expectativas, ya que coge la estructura clásica de los cuentos lovecraftianos (curiosidad por lo peligroso o prohibido, encuentro con el horror y locura) con una apariencia más actual. Por lo mismo, el clímax y desenlace son predecibles.
  • «Santa por el pueblo marino y para el pueblo marino»: ¿alguna vez pensaste en asociar a Sarita Colonia con los horrores marinos? Esta historia da un giro de tuerca a la tradición de la santa no oficial y explora su pasado, así como el porqué del rechazo de la Iglesia católica a su santificación. La nueva perspectiva de Carrillo es entretenida y un tanto ingeniosa, ya que aprovecha los elementos que la suelen rodear para insertarlo en cierta tradición literaria de terror. El único problema es que es breve y no se disfruta tanto del trasfondo de la protagonista; se siente resumido.
  • «El aroma del caldo de la abuela»: Ernesto es promovido a editor en jefe y ahora tiene acceso a Internet, por lo que busca chicas transexuales para satisfacerse. La elegida es Luna, una joven a la cual visita sin saber que un tipo furioso lo atacaría afuera del departamento cuando ambos amantes terminaran. Es una historia erótica y sangrienta simple, pero decae frente al conjunto por dos razones. Primero, porque se repite al parecerse mucho a otro relato anterior con trans y, segundo, por la ausencia real de tensión, de un conflicto a resolver por el protagonista salvo en los últimos momentos. Y esos momentos finales son muy predecibles. 
  • «La manifestación de la bestia»: en la fiesta por la promoción de un empleado en una empresa cervecera, este pierde la conciencia y empieza a transformarse en hombre lobo. El fenómeno se remonta a una cacería en los bosques de Jauja, Junín, donde tuvo cierto encuentro sobrenatural. El tema central es la satisfacción de los impulsos sexuales y violentos del protagonista, cuya personalidad también se transforma. No obstante, la trama es inconsistente en tanto no hay un rumbo fijo hacia el cual concluir ni un peligro real para el personaje, quien es casi imparable y monótono luego de su conversión.  
  • «El torneo de los juegos impíos»: un aficionado a las apuestas decide probar nuevos retos en el evento que lleva de nombre el título del cuento. Tras aprobar los requisitos necesarios, llega a un lugar abandonado donde otros participantes jugarán sus propios cuerpos para salir victoriosos. Y los que pierden… Me parece uno de los peores, pues realmente no existe un conflicto que hilvane la tensión en la trama. El protagonista no se siente en riesgo, disfruta todo lo que sucede y observa todos los sucesos como el cumplimiento de su deseo inicial. Solo es un clímax constante, pero sin un nudo ni puntos de quiebre que den dinamismo a la historia.
  • «La chica más blanca del primer ciclo»: Piero se ilusiona de la nueva alumna de su salón, Merhla, hasta que ambos se conocen y se vuelven amigos íntimos y sexuales. No obstante, ciertas imágenes en su hogar lo perturban un poco y se adentra, sin saberlo, en una relación peligrosa. No tiene la misma fuerza de otras historias que también aquí abordan el deseo sexual, en gran medida por su final predecible. La trama es lineal y estereotípica bajo las figuras del joven excitado y la chica fatal.
  • «La marcha de los ponzoñosos»: en una región amazónica, un grupo de hombres se dedica a seducir, secuestrar y violar jóvenes gays mientras la peste de los zombis o ponzoñosos se esparce por el Perú. Si bien la premisa tiene el potencial para un cuento de terror, la mayor parte del relato reduce el conflicto a evitar que los protagonistas sean mordidos por los muertos. Solo en el clímax hay un giro de tuerca, pero es desechado en favor de los tipos. El único punto fuerte es la utilización del espacio, uno no costeño, que permite al autor jugar con el desplazamiento de los personajes y los zombis.
  • «La cofradía del Babero de Satán»: con el fin de medrar en la escala laboral del Ministerio de Competitividad y Productividad, un empleado se dedica con esmero a su trabajo hasta recibir la noticia de que podrá reunirse con el propio viceministro y ser uno de sus asesores. Sin embargo, hay un rito de iniciación por el cual transitar. La mezcla entre los temas de la corrupción, la burocracia y los rituales ocultistas es ingeniosa y mantiene un toque de humor negro, pero el desenlace arruina la construcción previa. El protagonista cambia radicalmente de personalidad en favor de las escenas dantescas de turno, mas no de la lógica del personaje.
  • «Una última perversión»: el peor del libro a mi parecer. Una pareja busca experimentar nuevos métodos de placer, para lo cual realizan un ritual con el fin de abrir el Umbral hacia la dimensión de seres monstruosos, el hábitat de la Suprema Abominación Radeim. La capacidad del autor para crear cuadros horribles y repulsivos es encomiable mediante ese viaje hecho por los personajes. El problema no es el horror representado, sino la ausencia de trama. La propia premisa no plantea un conflicto, aspecto que suele estar en cualquier cuento. Acaso el gran problema sea que el enamorado se decida a abrir el portal, pero se resuelve rápidamente, y el final tampoco resuelve nada. La historia puede culminar con la muerte de ambos o su supervivencia y daría lo mismo en tanto no existe una estructura sólida con puntos de quiebre, punto medio y clímax concisos.
Primer libro de cuentos de Carlos Carrillo

 Luego, los que se encuentran un escalón por encima son: 

  • «No me gusta el terror visceral, ni el gore»: Rodrigo Guillén conoce y corteja a una chica trans por Internet para tener sexo. Tras un tiempo de conocerse, él despierta amarrado en la casa de la chica tratando de recordar el porqué, a la par que un bebé artificial cual muñeco lo mira fijamente. Aunque ya desde un inicio puede observarse el derrotero del cuento, la locura de los personajes está bien planteada tanto por los momentos de horror como por la aparente tranquilidad que precede a la tormenta de ambos personajes.
  • «Unidos en la gloria del Señor»: Francisco se encuentra obsesionado por las chicas transexuales y mantiene encuentros con ellas, pero su situación se complicará cuando un grupo ultrarreligioso llegue al poder e instaure un nuevo régimen distópico donde los valores cristianos rijan la ley y todo lo que no se apegue a la familia heterosexual sea castigado de formas poco amables. Aquí el autor sigue desarrollando la temática de los deseos sexuales por las trans como en «No me gusta el terror visceral, ni el gore» y «El aroma del caldo de la abuela», pero aquí el horror proviene de un agente político. En ese sentido, destaca del trío.
  • «La voz de Karina»: todos los gatos saben que no deben acercarse al 428 de la calle de las Delicias, pero uno de ellos se verá atraído por su habitante, una mujer cuyas canciones lo embelesan al punto de colocarlo en una situación vulnerable. Es uno de los más redondos y, a la vez, sencillos del libro porque el final da sentido a la elección de personajes, es decir, un gato y una mujer sensual y peligrosa.
  • «El propósito de la vida según el Hombre de Allá Arriba»: de corte steampunk, se ambienta en un Perú retrofuturista posterior a la guerra con Chile. Un par de agentes investiga los descuartizamientos entrelazados por un misterioso aparato en forma de escarabajo volador, que los lleva a investigar a su creador, solo para descubrir los horrores que él resguarda. Si bien todos son muy violentos, este tiene de los desenlaces más brutales del conjunto. Asimismo, destaca por su ambientación más allá de utilizar la clásica estructura policial de investigadores-asesino serial.

Y los que realmente me parecen buenos cuentos son: 

  • «Retretis bacilus»: para mí, el mejor del libro. Tras descubrir un ojo en su inodoro que se convierte en una boca de labios blancos, un niño pide ayuda a sus padres. No obstante, su papá es violento y, su madre, permisiva con él, de modo que el señor lo encierra en el baño a modo de castigo. El relato es interesante no solo por el monstruo de turno, sino porque realmente plantea la naturaleza de la verdadera maldad. ¿Con quién se encuentra a salvo realmente el pequeño? O ¿alguna vez estuvo seguro en su hogar aún antes de ese encuentro? Tanto su angustia como sus resoluciones finales son coherentes con este conflicto psicológico.
  • «La de la idiota sonrisa»: Merhla regresa en una nueva historia donde seducirá a varias jóvenes, entre ellas a Lourdes, cuya madre intentará averiguar la verdadera influencia de ella sobre su hija. Este relato supera al otro en tanto el final no es solo una mera demostración del horror corporal, sino un cierre un tanto abierto al conflicto centrado en la angustia materna.

Tengo la sensación de que lo ocurrido en estos cuentos podría estar sucediendo en otros autores actuales de lo fantástico, sobre todo en los nuevos. El terror es una manera de enfocar las historias, tanto como lo son el romance, el humor y otros tipos de tonos, pero en cualquiera siempre debería primar la construcción de la trama (a menos que se intentara recrear la nouveau roman francesa). En ese sentido, el gore es una estética más que funciona cuando acompaña y enriquece un conflicto, como sí sucede en «Retretis bacilus» y «La de la idiota sonrisa». Lo sangriento no es solo una pose y el desmembramiento por el mero desmembramiento, sino una manera de crear ficción. Lamentablemente, Códice infame no lo consigue del todo.  

Detalles técnicos:

Género: Fantástico, ciencia ficción

Editorial: Pandemonium

Año de publicación: 2020

Nº de páginas: 156

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