Futuro subterráneo: ciencia ficción peruana de los siglos XIX y XX

¿Es posible? Esa fue mi impresión cuando supe que, desde dos siglos atrás, las letras peruanas concibieron libros que bordeaban este tipo discursivo o género. Y es que cuando cualquier persona lee el término “ciencia ficción” en la mente le pueden aparecer imágenes de Terminator y Robocop o nombres como Julio Verne y Asimov, referentes culturales provenientes de Estados Unidos o algunos países europeos.

Sin embargo, desde este lado sudamericano la preocupación y curiosidad por el futuro y el impacto de la ciencia ha sido representada por los textos que a continuación presentaré, y lo que pretendo en este artículo es sumarme a un trabajo constante de algunos especialistas que le devuelven el renombre que el género y sus representantes peruanos merecen tener, sino a nivel estético ―en algunos casos― sí a nivel histórico. Al final dejaré los nombres completos de mis fuentes, textos hechos por los profesores Elton Honores y José Güich que cualquier interesado puede consultar para ahondar en el tema. Vamos, entonces, a elaborar una simple división por períodos desde el siglo de las independencias.

Siglo XIX: Proto-ciencia ficción

Aquí inició todo, con un diálogo ficticio. De manera abrupta, Perú se independizó de la monarquía española mediante las guerras de Junín y Ayacucho (1824), pero la situación política nacional era muy inestable y se sucedieron gobernantes y conflictos de poder que se reflejaron en una suerte de anarquía. Sin duda, ante una falta de proyecto como nación había ansias de crítica y utopía que empezó por cristalizarse en 1829.        

En el año mencionado, Juan Egaña (1768-1836) publica Ocios filosóficos y Poéticas en la Quinta de las Delicias, una conversación reflexiva entre los personajes Philotas y Polemón acerca de los problemas sociopolíticos de su época. En el apartado «Noche quinta. Progresos de la civilización del género humano» es cuando aparecen los rasgos de la CF, ya que imaginan cómo será la sociedad en el 50000 y cómo debe ser al desear que haya un idioma universal y que los humanos puedan salir al espacio. Una utopía que contrasta con el contexto de aquel tiempo y que anticiparía, en cierta medida, el discurso del siguiente libro (si desean leerlo, aquí lo tienen: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-9715.html).

Por derecho propio, Lima de aquí a cien años (1843), de Julián M. del Portillo (1818-1862), es ya un clásico de la CF peruana. Aunque tiene defectos estéticos y momentos de patetismo, es un caso aún más extraño que el anterior puesto que estamos, ahora sí, frente a una novela que también nos traslada al futuro (1943) para presentarnos una nueva utopía en donde la ciudad limeña se ha modernizado arquitectónicamente, entre otras cosas. Resulta ser un texto híbrido que mezcla este género con el maravilloso; al fin y al cabo es un “genio” quien traslada un siglo después a los protagonistas. Felizmente, ha sido reeditada por la editorial San Marcos.

Es ahora con un texto teatral cuando las utopías decaen. En 1886 aparece La caja fiscal tal cual será en 1986, de Acisclo Villarán (1841-1927), escritor de la generación romántica decimonónica. La caja fiscal es el conjunto de recursos ordinarios del Estado destinados para el financiamiento de obras, y en la historia se usa la hipérbole con los soldados de menor rango que esperan un siglo para poder cobrar su pensión, mientras que los altos cargos se benefician del dinero. Tras la guerra con Chile, el país entra en un proceso de reconstrucción nacional y esta es la situación de la cual se nutre el texto para realizar la denuncia social, ya que la corrupción ya se hacía presente desde aquellos años. A todas luces, una obra distópica.

Por último en este siglo, tenemos los cuentos de José Manuel Tapia Landavere (1870-1909) publicados entre 1895 y 1896. «El fusilamiento de la luna» nos narra la visita de dos niñas a un astrónomo, quienes aseguran que en el satélite vive una anciana que se burla de las cosas de la Tierra. Por otra parte, en «El espiritista» el médium Allan Segundo Kardec convoca en una sesión pública a líderes históricos como Julio Cesar o Alejandro. Ambas historias mezclan fantasía con CF, y es que los anteriores textos aun no son creados con una conciencia plena de género, siendo que el término «ciencia ficción» nace recién en 1926 cuando Hugo Gernsback lo acuña para la revista Amazing Stories.

Primera novela peruana de proto CF (imagen extraída de Publimetro)

Siglo XX: primera mitad

Aún seguimos aquí con cierta proto-ciencia ficción (aún ningún escritor se asume dentro del género) pero, a comparación del siglo XIX, la literatura peruana entrará dentro del proceso continental de la renovación modernista que abrirá mayores posibilidades a la metrópoli y el intercambio de nuevas formas y estilos. Aparece y empieza a desarrollarse el cine, las revistas pulp de fantasía y ciencia ficción proliferan y se instauran los primeros escritores clásicos del género prospectivo (Asimov, Clarke, Heinlein) y algunos textos peruanos adoptan una mayor afinidad al discurso científico.     

En los cuentos tendremos un regreso a la utopía, se mantendrán las historias ubicadas en el futuro con respecto a su fecha de publicación y empezará a surgir el miedo a la deshumanización del ser humano por la ciencia, además de los ambientes post-apocalípticos. Clemente Palma (1872-1946), hijo de Ricardo Palma, publica Cuentos malévolos (1904). Aquí se encuentra «La última rubia», relato futurista con cierto toque utópico en el protagonista, quien desesperado por la mezcla de razas pretende hallar a sus últimos descendientes de “raza pura” y vivir ahí un idilio… además de poder conseguir mechones de cabello rubio para crear oro mediante la alquimia. 

Clemente Palma

Federico Elguera (1860-1928) publica en 1913 El barón de Keef en Lima, en donde se halla «Marte». El astrónomo Pickering afirma que hay vida en el planeta rojo y que puede comunicarse con sus habitantes mediante un mecanismo que proyecta los rayos solares a través de espejos. Se establece un diálogo entre el científico y un marciano y es así como tenemos la utopía marciana (vamos, terrestre en el fondo) en donde ellos nacen solo para divertirse y los productos son repartidos entre todos por igual. Por su parte, José Ruiz Huidobro publica «Un suicidio (cuento futurista)» en el libro de cuentos Aquel panfletario (1926), que nos lleva al ya pasado 2016 en donde Huaraz, capital de Áncash (región peruana), ahora es cosmopolita y el avance tecnológico implica el privilegio de las instituciones civiles en desmedro de las militares y religiosas. Además, la mujer ya es libre sobre su estado civil pues ella decide si quiere casarse o no. Curiosamente, esto escoge la expareja de uno de los protagonistas y por ello él termina sufriendo.

En cuanto a la lucha de arte versus ciencia y la deshumanización tenemos a «El círculo de la muerte» y «Finis desolatrix veritae», ambos cuentos del célebre Abraham Valdelomar (1888-1919) aparecidos en 1916. En el primero, el protagonista utiliza la estadística sobre suicidios para crear un negocio de espectáculos en vivo basado en este tipo de muerte; es una obvia crítica a un capitalismo cada vez más influyente en la época del cuento. En el segundo, el personaje es reanimado en un futuro post-apocalíptico convertido en esqueleto y reflexiona sobre su situación en relación con temas religiosos, de modo que adquiere un tono existencialista además de una marcada influencia grecolatina; atípico por donde se le mire en la producción nacional durante el modernismo/vanguardismo. En cambio, «El último poeta» (1924), de Angélica Palma (1978-1935), hija de Ricardo Palma, nos traslada al 3025 en un relato con un discurso más cercano al primer cuento de Valdelomar. El desarrollo tecnológico ha llevado a la casi desaparición del arte, salvo por un último poeta que, considerado como una posible amenaza de contagio, es encerrado en el departamento especial de un museo. Las oposiciones son claras entre el artista y el científico y todo lo que ello conlleva. Nuevamente, el temor a la deshumanización y la distopía a los sentimientos humanos.   

En cuanto al teatro, tenemos un único texto: 13 club (1929), de Luis Berninsone (1867-1865). Aunque la historia central aun no representa una marcada pertenencia a la ciencia ficción, sí podemos adscribirla gracias al contexto de su mundo: Rusia domina el planeta o, lo que es lo mismo, tenemos una ucronía sobre quien terminó ganando en la Primera Guerra Mundial. Fuera de ello, con variados recursos vanguardistas (futurismo, dadaísmo, etc), se nos presenta un extraño club cuyos miembros, uno al año, son premiados con un millón de dólares durante un año de gozo, tras el cual deben suicidarse. Dentro de un ambiente cercano a la distopía, Berninsone nos ofrece un texto en donde el sujeto se encuentra en crisis debido a la modernidad y adquiere una visión trágica de la existencia.

En las novelas, hay dos casos excepcionales similares entre sí. El primero lo tenemos en El hijo del doctor Wolffan (un hombre artificial) (1917) de Manuel A. Bedoya (1888-1941). Inserto en la situación de un asesinato, el protagonista pretende crear vida artificial humana en un laboratorio. Es una clásica historia al estilo del de Mary Shelley, pero el principal agregado llamativo es la mención al uso de células madre. Sí, este tema que sería objeto de estudio cincuenta años después ya fue abordado en esta arquetípica novela de ciencia ficción, cuyos clonados en la trama serían utilizados como soldados de servicio para algunas de las naciones en guerra, una suerte de antecedente también al biopunk de finales del siglo XX.             

Novela que anticipa el concepto de células madre (imagen extraída de eltonhonores.blogspot.com)


Regresando a Clemente Palma, en esta ocasión tenemos a XYZ (1934), historia que anticipa a La invención de Morel, de Bioy Casares. Rolland Poe, el protagonista, es un científico millonario interesado en el álgebra y en el cine debido a su trato con actores y con producciones del séptimo arte. Es entonces cuando se pregunta si es posible, así como en las películas, reproducir la existencia de las actrices en todos sus aspectos... Lo que al final logra gracias a la radioactividad y la albúmina de huevo. Dentro de la tradición de los “científicos locos”, o similares, que nació a plenitud con Frankenstein, Palma crea una novela absolutamente extraña para la década de los 30´s, ya que primaba el Indigenismo como corriente literaria con su temática antropológica y/o de denuncia social.

Novela sobre réplicas humanas (imagen extraída de kindlegarten.es) 

Mitad de siglo hasta 1968: previo a la “Edad de Oro”

Elton Honores y José Guich coinciden en tomar como referencia al año 1968 como un punto de quiebre para la ciencia ficción peruana. Y no es para menos, ya que aparecería José B. Adolph… Pero antes de él, tenemos un nuevo periodo de cambios para la literatura peruana con la denominada Generación de los 50, época en donde las temáticas y los estilos volvieron a cambiar para dar pase a un amplio tratamiento de historias y temas citadinos. Hay cierta maduración en la producción nacional, no por falta de antecedentes de calidad, sino por un sostenimiento que significó lo anterior junto a la cantidad de autores canónicos que de aquí salieron. Además, tenemos al Boom Latinoamericano que en los 60´s tuvo su auge impactando inevitablemente en el país, principalmente por Mario Vargas Llosa.

En la ciencia ficción, ya existe una mayor conciencia de la existencia del género gracias al influjo de medios de comunicación como el cine y, posteriormente, de la televisión. Es entonces que ya las incursiones dentro del género traen consigo una intencionalidad en este tipo de historias además de los temas que aborda. Aunque la ciencia ficción aun pueda seguir siendo un medio, sus escritores saben que lo es (a comparación de Valdelomar o Elguera, por ejemplo).

Los principales nombres son Héctor Velarde y Eugenio Alarco. Si bien no son los únicos y algunos escritores de auge posterior ya publican en este lapso, ambos brillan en el cénit de su producción. Héctor Velarde (1898-1989) realiza, por decirlo así, una “ciencia ficción satírica” (como menciona José Guich) que consiste en la preocupación sobre el impacto de los avances tecnológicos en la sociedad, pero desde un matiz irónico. Es así que tenemos su principal obra, La perra en el satélite (1958), libro de cuentos que refleja el miedo por una posible guerra nuclear como rezagos de la Segunda Guerra Mundial en plena Guerra Fría.

Libro de cuentos de ciencia ficción (imagen extraída de www.iberlibro.com)

Eugenio Alarco (1908-2005) fue un importante historiador que incursionó en el género con una bilogía utópica: La magia de los mundos (1952) y Los mortales (1966). Similar a una space opera, narra las desventuras de dos astronautas que se extravían en una misión a Marte y son rescatados, en el futuro, por una civilización tecnológicamente avanzada. Ahora, existen dos tipos de humanidad: los mortales y los inmortales. A pesar de esta división social, el discurso utópico lo tenemos justamente en esa posibilidad de alcanzar la vida eterna. A lo largo de la obra, más que pasajes de corte científico, el texto se detendrá en algunas reflexiones filosóficas y morales sobre aquella nueva sociedad. Su continuación es Los mortales y por desgracia es muy complicado encontrarlos actualmente.

Novela sobre civilizaciones avanzadas (imagen extraída de www.geocities.ws)

Es inevitable mencionar a Glasskan, el planeta maravilloso (1968), de José M. Estremadoyro, como parte aún de la ciencia ficción previa a Adolph, especialmente porque utiliza de excusa una ambientación del género para reflexiones sobre una idea de utopía. En la novela, un padre de familia peruano se encuentra con una nave extraterrestre que se ofrece a llevarlo a su planeta Glasskan, para que pueda aprender una serie de lecciones y pueda, luego, transmitírselas a los gobernantes terrestres.

En el teatro surge una interesante movida sobre el género que se incrementa a partir de los 50´s. Por ejemplo, Velarde publica en 1950 ¡Un hombre con tongo!, una trama futurista en donde un hombre decide vestirse con un tongo para diferenciarse de los demás aún con el riesgo de ser enviado a la luna. El poeta Alberto Hidalgo (1897-1967) tiene a La vida es de todos (1965) y Volcándida (1967) como muestra de su teatro utópico: en el primero la solución a los conflictos sociales es la poesía; en el segundo, el regreso al imperio inca. Estela Luna estrena en 1964 Los monstruos del espacio, una obra teatral dirigida para niños en donde los marcianos, aburridos de ser ordenados y realizar siempre la misma rutina, proponen jugar a ser desordenados aún con las posibles consecuencias nefastas.

Juan Rivera Saavedra, a quien apreciaremos mejor luego de 1968, también empieza a crear teatro de CF con textos como 1999 (1964), La mosca doméstica (1967) y Con los pies desnudos a la intemperie (1967). Todos ellos abordan el tema de la racionalidad que provoca de un modo u otro la deshumanización.

1968 hasta finales del siglo XX: ciencia ficción a plenitud

Y llegó José B. Adolph. ¿Por qué es tan importante este escritor? Así como se necesitó de la llegada de Hugo Gernsback para que se creara formalmente la ciencia ficción, se necesitó de la aparición editorial de Adolph para que el género prospectivo se asumiera plenamente como tal en la literatura peruana. Si bien tenemos ya escritores previos (todos los mencionados), es a partir de él que podemos hablar de un creador dedicado a los géneros no realistas, como la fantasía y la CF. A lo largo de sus libros, se exploran distintas temáticas y elementos clásicos o asociados a estos géneros formando así la figura de un literato dedicado “a tiempo completo” a explorar las posibilidades contrafácticas. Y por todo esto es que, a día de hoy, es ya un escritor peruano de culto a menos a nivel nacional y que merece ser aún más conocido. Pero vamos al año indicado.

José B. Adolph (imagen extraída de andina.pe)

El retorno de Aladino apareció en el 68 como su primera obra. Es un libro de cuentos que transitan entre la fantasía y la ciencia ficción cuyas temáticas son diversas. Se aborda la problemática de la niñez en tanto los peligros que estos afrontan en más de un relato, la pérdida de las cosas y la posibilidad de recuperarlas por medios propios y la naturaleza humana en relación con el medio ambiente.

Primer libro publicado de Adolph e inicio de la "Edad de Oro" (imagen extraída de eltonhonores.blogspot.com)

También hay que señalar los microrrelatos de María Telleria Solari (1926-1996). Fue escritora y trabajó en la prensa escrita con una producción relativamente desperdigada. Por esa razón no cuento con fechas exactas de sus textos, pero a fines de los años 70´s publicó CF en la columna «Humor a todo color» de la revista Lo insólito.

Y ya que pasamos a la séptima década, veamos un poco de la continuidad del teatro. Por ejemplo, Alberto Mego gana en 1973 el Primer Premio de Teatro de la UNMSM (universidad San Marcos) con ¿Alguien sabe qué hora es? De corte propagandista, en catorce escenas se realiza un breve recorrido por la evolución de la sociedad humana, al punto que desde la onceava pasamos al futuro desde esos años, puesto que el ambiente distópico se intensifica y empieza el apocalipsis cuando la humanidad es declarada en emergencia. José B. Adolph también consigue un premio teatral en 1977 con Asedio y liberación del ciego y la parturienta. Una pareja de hermanos aristócratas se encuentran en problemas: el hombre se quedará ciego y la mujer dará a luz, ambos en medio de una revolución provocada por seres extraterrestres. Con múltiples interpretaciones, es claro que refleja la crisis social y política de clases sociales cambiantes tanto en el contexto real como ficticio.

En el anterior apartado mencioné a Juan Rivera Saavedra. Fue un reconocido dramaturgo peruano de ciencia ficción en los 60´s, y vuelve al teatro prospectivo en los 80´s. No obstante, no podemos cerrar esta década sin mencionar a Cuentos sociales de ciencia ficción (1976), otro texto importante en la paulatina consolidación del género. A partir de un nombre de tintes izquierdistas, se asume explícitamente la pertenencia al CF con cuentos que sirven a su vez para postular alguna tesis sobre problemáticas sociales, como el racismo, el capitalismo y el egoísmo como especie. Por ejemplo, en «Uno» se plantea el peligro del reemplazo progresivo del hombre por la máquina.

Juan Rivera Saavedra, dramaturgo y escritor de culto de ciencia ficción (imagen extraída de minisdelcuento.wordpress.com)

Ingresamos a los 80´s en una década de terror social con el terrorismo asolando el país. Esta temática se hace presente en la literatura nacional y de un modo u otro impacta también en la ciencia ficción y en la fantasía. José B. Adolph vuelve a ser una figura central en este campo con Mañana, las ratas (1984), una novela distópica ambientada en el siglo XXI. El nuevo mapa geopolítico se encuentra dominado por las transnacionales, las cuales han reemplazado a los gobiernos por Directorios; en Lima se encuentra la sede del sector sur. La capital peruana se encuentra ahora escindida de su sector popular y pobre, denominados como “ratas” por los altos cargos. Pero pronto estallará  en la trama una “bomba de tiempo” o revolución de la clase baja hacia los directivos, guiados por un grupo de católicos ortodoxos o “cat-ox” que buscará tener voz y voto en las juntas del directorio. Es una hipérbole de la crítica al capitalismo, pero contiene otros temas aún vigentes en nuestra época (como el fanatismo religioso).

Novela distópica (imagen extraída de koha.minedu.gob.pe)

En el teatro, Rivera Saavedra regresa con Un hombre llamado Torpe (1987) y Las armas de Dios (1989), ambos de corte post-apocalíptico y distópico. Rodolfo Hinostroza incursiona en 1987 con Apocalipsis de una noche de verano, en donde aparecen dos planos de realidad: el de los humanos y el de los seres feéricos. Estela Luna, en Una aventura espacial (1988), cuestiona los roles de género mediante la interrupción de la paz de los extraterrestres por parte de dos astronautas, uno de ellos humano. Y, finalizando esta sección, Adriana Alarco de Zadra realiza teatro infantil con Navegantes del Sol (1989), en donde un grupo de astronautas pretenden viajar al astro solar, pero terminan cayendo en las alturas de la región de Arequipa y encontrándose con algunos niños del lugar.

De los 80´s a los 90´s volvemos un poco al corpus desperdigado, no tanto por el desinterés al género como por falta de mayores estudios académicos que organicen y comenten, en perspectiva, estas últimas décadas. Sin embargo, algunos últimos nombres del siglo que se fue merecen ser mencionados para tener algunas pinceladas de la ciencia ficción peruana antes de nuestro siglo ―época a la cual considero como un nuevo creciente boom en el género.

Carlos Herrera publica Morgana (1988), libro de cuentos en donde se halla «Sumidero», relato que juega con las posibles dimensiones paralelas e intervenciones alienígenas en las misteriosas desapariciones de una ciudad. En 1990 Giancarlo Stagnaro publica Hiperespacios, novela de space opera sobre los viajes con saltos cuánticos de una nave interestelar que, claramente, recuerda a referentes culturales como los libros de Asimov o las películas de Star Wars y la serie Star Trek.

En la última década del siglo XX tenemos dos últimos nombres resaltados en algunos artículos sobre el tema. Enrique Prochazka tiene una relevancia similar a las de Adolph y Saavedra en tanto su calidad estética, además de explorar los campos de la fantasía y la ciencia ficción en más de un libro. Un único desierto (1997) es un libro de cuentos en donde encontramos los géneros mencionados. En cuanto a CF, algunos textos como «Orbis tertius» exploran el futuro de la humanidad a partir de una suerte de manifiesto que recorre el pasado hacia el porvenir. «El breve mar» se lleva a cabo en un futuro cercano, en el cual se ha logrado represar agua del mar hacia la costa peruana para generar electricidad; sin embargo, las sorpresas empezarán cuando encuentren los planos originales. Y en «2984» se hipotetiza sobre el futuro distópico que Orwell proponía para y en 1984.

Libro de cuentos fantásticos y de ciencia ficción (imagen extraída de elmontonero.pe)

Finalmente, José Donayre publica en 1999 La fabulosa máquina del sueño. Esta novela distópica juega con los límites de la realidad y el sueño con una historia cercana al ciberpunk. En una ciudad decadente y sin nombre, el Estado pretende controlar a sus ciudadanos hasta que un grupo de personas intenta apropiarse de la máquina del sueño y acceder al mundo onírico para poder crear una utopía. La historia contiene un halo experimental y a veces borroso gracias a fragmentos de sueño y escenas grotescas, una estética en sintonía ―que no idéntica― con las últimas distopías de fines del siglo anterior, como Neuromante, de Gibson, o Snow Crash, de Stephenson.

José Donayre (imagen extraída de antoniocapurro.blogspot.com)

Faltan algunos autores, algunos textos y análisis más profundos, pero les he presentado aquí el panorama de un tipo de literatura peruana que en sus inicios ha sido subterránea, sin una clara conciencia de ser un género literario o movimiento cultural. Recién en la segunda mitad del siglo XX algunos escritores exploraron conscientemente este campo en más de una propuesta, entre novelas, cuentos y teatro que significan un antes y un después para los posteriores que publicaron y publican en este género ya en el presente siglo. Pero esa es otra historia, una que merece ser contada en un post aparte. Gracias por llegar hasta aquí, y buenas lecturas.

Fuentes

Si desean explorar más el tema, consulten los siguientes textos pues toda la información aquí presentada proviene de ellos, con mayor amplitud en sus páginas y bits. Totalmente recomendados:

- Daniel Salvo: tiene tres blogs dedicados a la ciencia ficción, uno nacido después del anterior. Ciencia Ficción Perú 2002-2008 (http://cifiperu2002.blogspot.com/2010/), Ciencia Ficción Perú (http://cifiperu.blogspot.com/) y Crónicas de Futuria (https://danielsalvo.wordpress.com/), que es el último hasta la fecha de publicación de este post.

- Elton Honores: La ciencia ficción en el Perú. Desde sus orígenes hasta los años 70. Tesis doctoral sustentada en 2017 y del cual se publicaron dos libros: La racionalidad deshumanizante. El teatro político y la ciencia ficción (1886-1989) (2017) y Fantasmas del futuro: teoría e historia de la ciencia ficción (1821-1980) (2018).

- José Güich: Universos en expansión. Antología crítica de la ciencia ficción peruana: siglos XIX-XXI (2018).



                          




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