Mis mejores lecturas del 2023

Si llevo mi mirada hacia el transcurso del año pasado, podría decir no solamente que fue uno de los años con menor cantidad de lecturas desde 2014, sino también que casi todas fueron buenas y muy buenas. Tiempos repartidos entre este y otros pasatiempos, trabajo, proyectos personales y el ánimo cobraron factura, pero, por lo mismo, cada título marcó de una u otra manera mi bagaje como lector. De hecho, aún fue un poco difícil dejar de lado unos libros para incluir a los siguientes diez. Así que, ¿por qué no? Las dos menciones muy honrosas son El alma del vampiro, de Poppy Z. Brite y El zorro de arriba y el zorro de abajo, de José María Arguedas (estoy viendo tu ceja arqueada, fan de Los ríos profundos), ambas como formas muy disímiles de abordar lo fantástico: el primero desde el vampirismo; el segundo desde la mitología y la vida pesquera. 

Y ahora sí, esta es la lista definitiva. Todas son mis recomendaciones de lectura y no tienen que gustar más o menos por el orden en el que se encuentran; al fin y al cabo, los gustos son personales. Por ello es que intenté ser lo más objetivo posible al ordenarlos, de modo que realmente un puesto sea mejor que el anterior por motivos como el tratamiento de personajes, la escritura, la coherencia de su propuesta estilística, etc. Eso sí, el primer puesto sí coincide también con la lectura que más disfruté en 2023. 

10. El planeta de los simios (Pierre Boulle): la novela original de 1963, de la cual se basó la película de 1968 y el resto de la franquicia. La sensación que aporta su lectura es la de una novela pulp, de una buena novela pulp, donde la aventura en un planeta desconocido es acompañada por temas de carácter universal, como es la civilización, la evolución humana y la lucha entre especies. La novela inicia con dos turistas y amantes en su paseo por el espacio, cuando encuentran un frasco con un manuscrito dentro que narra las vivencias de Ulises Mérou en el planeta Soror y su sociedad conformada por simios, donde los humanos no son más que bestias salvajes domesticadas. No proporciona personajes tan memorables, pero los que aparecen se encuentran diferenciados entre sí en cuanto a personalidad y ayudan a avanzar la trama hasta su desenlace, uno con dos giros de tuerca sorprendentes, pero sobre todo coherentes con la crítica soterrada hacia el antropocentrismo. La traducción es de esas ediciones en azul de Orbis, es decir, de Domingo Santos. 

9. Memorias de Tierra Nueva: La décima elección (Tulio Dávila): esta es la sorpresa del 2023. Usualmente desconfío de los libros autopublicados en Amazon, ya que no sé si pasaron por manos de algún corrector, editor o lectores beta. Sin embargo, me lo recomendó un amigo del blog (gracias, Juan), además que estuvo gratis durante la pandemia y aún en la actualidad. Descarga hecha, pues, y una vez inmerso en su mundo no pude dejar de sorprenderme por el mundo ordenado creado por su autor, así como por esa perspectiva múltiple a lo Canción de hielo y fuego. El resultado final es la de la suficiente confianza en su autor como para creer que tiene su trama controlada, tanto en esta, claro, como en las dos continuaciones. ¿Y de qué trata? De un continente asolado por gigantes cada cien años y un grupo de elegidos, distintos en cada siglo, que se preparan para la lucha destinada. En medio de todo ello, una serie de traiciones, luchas políticas, intereses egoístas y una estratagema de fondo que desestabilizará a todos los elegidos. Nuevamente, vibras a la saga de George R. R. Martin. Si bien se vale de muchos tropos y personajes de la fantasía, Tulio consigue mezclarlos de manera que el resultado sea harmónico y sea verosímil en su mundo… salvo tal vez por la variedad cultural no explicada de los nombres, pero esa es una pega mía. 

8. Los deseos afines (varios autores): la segunda sorpresa del 2023 porque no esperaba hallarlo en la Feria del Libro de Lima. Es una antología de relatos LGBT escritos por autores africanos y ambientados en espacios y situaciones del continente, una mezcla más que curiosa. Lo genial es que no se limita a lo llamativo de su planteamiento. La calidad es variada al componerse de diversas estéticas y perspectivas, pero algunos cuentos son tan buenos por tramas que consiguen captar la dimensión emocional de los temas tratados. Por ejemplo, «El pellizco», de Martin Hatchuel, narra sobre los horrores de la guerra en los soldados desde una situación sencilla como la de dos combatientes apartados de su tropa, a la espera, quienes poco a poco se acercan emocionalmente sin atreverse a reconocer con palabras, solo con gestos, la sensualidad y amor sentidos uno por el otro. O «Como pez en el agua», de Mercy Minah, acerca de la depredación sexual desde el punto de vista de una profesora con una atracción peligrosa hacia una de sus alumnas de natación, sin caer en el horror facilista que podría acompañar una narración con este tipo de sinopsis. En suma, el esfuerzo de la mayoría de sus autores por ir más allá de la anécdota es palpable. El prólogo fue hecho por Eduardo Mendicutti y las traducciones corrieron a cargo de Carmen Cervantes y Raquel G. Rojas. 

7. El trono de jazmín (Tasha Suri): uno de los libros que más deseaba leer el año anterior, y no me decepcionó. Es el inicio de la saga Reinos en llamas, una fantasía de ambientación india acerca de una princesa encarcelada por su déspota hermano y una sirvienta que posee la capacidad de manipular las plantas. Por supuesto, hay más detalles y subtramas que enriquecen su premisa y convierten a esta primera novela en una con varias capas temáticas y conflictuales, especialmente el político y romántico. El lado romántico sirve, justamente, como catalizador de las acciones de las protagonistas en lugar de entorpecer la historia y desaprovechar el mundo propuesto, como puede ocurrir con otros libros que apuestan todo por el amor y dejan de lado lo demás. También suma puntos para mí el que sea de corte indio, aspecto que no se limita a la descripción de las construcciones y costumbres, sino a las visiones de mundo de la sociedad en la novela. Ah, y siempre sucede algún detonante, eventos en cada capítulo que dotan de un ritmo ágil a la trama. Por ello fue una lectura adictiva. 

6. Más que humano (Theodore Sturgeon): ejemplo de un libro que no me haya gustado demasiado, pero del cual puedo reconocer su gran calidad. Las historias sobre humanos con habilidades psíquicas tienen en esta no solo uno de sus principales antecedentes, sino una de las muestras más creativas sobre dicho tropo. Es una novela fragmentada en tres partes con los mismos personajes, pero con conflictos independientes por cada segmento. Narra la historia del Gestalt, una nueva fase del ser humano compuesto de distintas personas capaces de conectar mentalmente entre sí como un solo cuerpo. Así, la primera parte muestra su nacimiento, el cómo los miembros se conocen; la segunda parte, el peligro de no poseer moral para este ser cuando empiezan a entrar en contacto con humanos comunes y corrientes; la tercera parte, la resolución de la ausencia de moral y ética. Aparte de una narración que bordea la prosa poética, Sturgeon consigue desarrollar su historia sin valerse de elementos previsibles en los que otros creadores pudieron caer en tramas sobre psíquicos, como las organizaciones gubernamentales y los experimentos humanos. De hecho, siendo una novela de ciencia ficción no parece serlo en tanto se enfoca en la evolución y desenvolvimiento de sus personajes más que en la inventiva de aparatos o sociedades futuristas o retrofuturistas, y sin abandonar la dimensión especulativa acerca de la evolución del ser humano y la formación de una conciencia moral, o la ausencia de ella. A pesar de no ser tan extensa, es una lectura que exige su tiempo para detenernos en cada detalle. 

5. Alois Nebel (Jaroslav Rudiš y Jaromír 99): un tranvía, un ferroviario, la Guerra Fría y páginas a blanco y negro. Esos cuatro elementos componen el presente cómic checo sobre la vida de un exferroviario durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, así como la de su abuelo, todo ello envuelto en una narración desde un hospital siquiátrico. Esa es una manera sencilla de resumir la obra, pero realmente se diluye a lo largo de sus páginas en cuanto que el recorrido es un tanto surrealista, a veces confuso y embriagador, pero siempre con el suficiente drama como para plasmar no una trama lineal, sino las vidas rotas (y en proceso de recomposición) de muchas personas que rodean al protagonista. Así, una página entera puede alterar la narración, de pronto, y mostrar múltiples rostros como en un cuadro gigantesco, y otro develar las pintas de un baño, que a su vez reflejan una porción de vida. Esa mezcla lúdica, quizás vanguardista, del cómic con la atmósfera de una novela decimonónica al estilo de Dostoyevski dan como resultado una historieta que puede gustar o no, pero que difícilmente dejará sin sorprender por su propuesta estética extraña. 

4. Llámalo como quieras (Keith Lee Morris): uno de los pocos eventos positivos que trajo la pandemia del covid fue el incentivo de las compras digitales a editoriales y librerías independientes. Fue así como conseguí este cuentario publicado por Pesopluma, del cual tuve buenas experiencias con la lectura de sus libros. Esta no fue la excepción y, es más, me sorprendió por su gran capacidad para captar las emociones en historias cercanas a la cotidianeidad. Una pérdida, un juicio, flirteos, entre otras situaciones donde importan tanto como los hechos las dimensiones psicológicas de sus personajes, pero sin la sobrecarga innecesaria del melodramatismo, sino con la sutileza del silencio, de los gestos, de los diálogos evasivos o directos y demasiado sugerentes en las escenas precisas, y etcétera. La imagen que para mí desprende es la de una lectura de verano, en esos momentos de tranquilidad, silencio y en espacios ventilados, mientras hay luz solar natural fuera, aire fresco a tu alrededor y unos relatos en apariencia tranquilos, edulcorados, pero que piden al lector su atención en los detalles de las interacciones entre sus personajes. 

3. Voces en la ribera del mundo (Diana P. Morales): bueno, el mejor libro de ciencia ficción que leí en 2023; en general, una de las mejores novelas en español del género. La sociedad humana se halla al borde del apocalipsis y se arma un gran proyecto para hallar algún planeta habitable y reinstalar allí la humanidad. Hasta allí, una premisa vista en muchas otras historias y que podría ser entretenida, en el mejor de los casos. Por supuesto, hay más. ¿Qué tal si ese contexto es narrado desde distintos puntos de vista en capítulos que podrían funcionar como cuentos, pero que a su vez son los engranajes de toda la novela coral? ¿Si esas voces son de verdad tan diversas que, inclusive, una niña autista expresa su visión ante el abandono del hogar con su padre para salvar la vida? ¿Si también se incluyen las lecturas racionales de la IA de una nave como parte de todo un segmento? ¿Si la historia explora diversas aristas, no solo las de los astronautas del proyecto, sino de sus familiares, de otros civiles y agentes gubernamentales, en suma, de alrededor del mundo? Creo que ya dejo entender que es una obra ambiciosa, y consigue cumplir su cometido. Está tan bien escrito porque es capaz de aprehender la oralidad de muchas personalidades diferentes e incompatibles entre sí. Juega con la linealidad y las referencias, pero de modo que no parezca forzado, sino lógico de acuerdo al devenir del fin de la humanidad por acción, sobre todo, de la estupidez de sus gobernantes y de los propios ciudadanos. Hasta el mensaje ecológico y sobre la valorización de los marginados de la sociedad se transmiten no cuales eslóganes, sino a través de la propia historia; por ejemplo, no se nos dice en la cara que tratemos bien a los autistas, sino se nos expresa a partir de ciertos eventos el aporte de ese personaje; así, de otros más. Y un aspecto más que me deslumbró del libro, y que es un mérito ante la facilidad con la que los narradores actuales pueden crear distopías, es el planteamiento de una esperanza, pero no de una inocente, sino proveniente de una suma de experiencias horribles y decepcionantes mostradas en los relatos/capítulos. El libro que se me venía a la mente es La colmena, de Cela, en su versión de ciencia ficción y con un reparto mayor y, por ende, más complejo y completo de voces. 

2. El espía del inca (Rafael Dumett): no soy fanático de las novelas históricas, menos si son tan extensas como la presente, mas lo leí por su gran recepción (algunos la consideraban como la mejor novela peruana del siglo XXI). Como su nombre lo indica, se halla ambientada en la época incaica, concretamente en los años de la llegada de los españoles en plena guerra civil entre los hermanos Huáscar y Atahualpa. La primera marca peculiar dada por su autor es el protagonista, un joven contador por cuya capacidad para calcular cantidades de manera inmediata sufre una serie de vicisitudes para convertirse en el espía del inca Atahualpa, por obligación. La segunda peculiaridad y eje de toda la trama es el uso de quipus para articularla. Todas las partes y capítulos que las componen están tituladas con un tipo de nudo del tejido, herramienta de la cultura incaica cuyo uso, se especula, fue para fines contables y alfabéticos, como un registro lingüístico equivalente a los libros de nuestro tiempo. La amalgama de ambos elementos más otros, como el uso del quechua y castellano antiguo, serían aspectos netamente interesantes si no cobraran sentido con el final, que le da sentido a la estructura narrativa de toda la historia, realmente de toda. La historia adquiere más de un sentido, el literal, por supuesto, y el subyacente, como la lucha de civilizaciones, otras formas de conocimiento aparte del occidental y eurocentrista, la manipulación de la historia a través de los registros, etc. Es un gran ejemplo de la novela total, típica del Boom Latinoamericano, aquella que pretende abarcar una época y no una historia particular como un documento artístico, social e histórico. Dumett lo logra y con creces. Ah, por cierto, contiene no pocos pasajes propios de las novelas de fantasía y juega un poco con lo fantástico; una muestra: la habilidad del protagonista. 

1. Crimen y castigo (Fiódor Dostoyevski): mi historia con este libro me es un poco curiosa. Lo leí en un par de ocasiones durante mi adolescencia, pero solo llegaba unos capítulos por delante del asesinato de la usurera. Acaso se aplicó lo que dicen algunos lectores de que no era el momento de leerlo. Tal vez por ello este año lo leí completo, así como vi Vinland Saga, dos historias de redención, por cierto. Paréntesis aparte, podríamos analizar la historia del crimen, culpa y arrepentimiento de Raskolnikov, una serie perfecta compuesta de eventos aparentemente dispersos que paulatinamente se unen para elaborar la red de personajes con las que el protagonista dialoga o se enfrenta. A su vez, esa red se compone de sujetos vivos, los cuales se sienten reales y gravitan por su propio peso, no solo alrededor de Rodion. Sin embargo, sería obtuso no considerar esa otra gran historia vinculada a la de los hechos de la novela; me refiero a la disección de la mentalidad del criminal. Fiódor no se limita a juzgar y condenar a su criminal, sino que permite que él y la influencia de otros, como su hermana y Sofia, ejerzan de juez, que su mente proponga esa discusión de ideas sobre ideales sociales, es decir, el superhombre, la moralidad del asesinato y su justificación, en contraposición a su sistema moral silenciado por los eventos que vive. Para mí, es una novela de dos mundos conectados donde vemos la resolución y castigo por el asesinato de Aliona y la negación y aceptación de Rodion sobre sí mismo y sus actos. Y ambos caminos no caen en facilismos narrativos: Rodion empieza a ser sospechoso, pero no es apresado de un momento a otro; existe un cambio importante en sus decisiones en el clímax, pero no es una conversión absoluta que altere su personalidad inicial de persona ególatra, orgullosa y protectora, sino el aprendizaje de un aspecto conductual nuevo con el cual su yo puede lidiar, a saber, la piedad. Por ello, por su trama perfecta y personajes universales y complejos, inclusive para el presente, es un clásico.

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