Tarde, pero llegó. El año pasado fue un tiempo de altibajos en cuanto a lecturas debido al riesgo de leer títulos a los cuales no estoy muy acostumbrado, como tiras cómicas y Cien cuyes o Huaco retrato; el primero fue excelente, los otros no tanto. Sin embargo, fue una experiencia muy interesante para conocer los intereses y estéticas de otros escritores que no tenía en mi radar, al menos no en mi primer nivel de interés. Es así que, de todos ellos, estas sin duda fueron mis mejores experiencias lectoras.
El único gran pero que tengo con mi propia lista fue el haber dejado a las puertas a un autor que amo, Charles Dickens, con su David Copperfield. Fue muy extenso para su propio bien, aunque su protagonista sí se halle entre los mejores que conocí en 2024. Espero volver a tener un libro suyo en el próximo top, tanto como sucedió con Canción de Navidad.
10. Bosque de arces (Jorge Casilla): publicado en 2023, es un libro híbrido que limita entre la novela y el relato en el que cada capítulo es un cuento y, a su vez (en la mayoría de casos), una pieza más de un entramado novelístico que comparte personajes, mas no un único conflicto que cohesione por completo todas las partes. Es una propuesta un tanto arriesgada y puede desencajar al lector con el cambio de registro o estilo entre el primer (y mejor) relato y el resto, pero es esa riqueza en una obra breve lo que le da un plus por encima de otros cuentarios recientes. A modo general, trata de una serie de romances desde realistas hasta fantásticos que abordan tanto el enamoramiento como las rupturas, casi siempre mediado por la memoria y los sentidos. El haiku se halla muy presente en su escritura con todos sus elementos naturales para representar los estados de ánimo de los personajes; en ese sentido es sensorial, su mayor fortaleza.
9. Casi todo desaparece (Verónica Ramírez): en Croacia existió un grupo terrorista llamado Ustachas que asoló al país durante los años 20 y 30 del siglo XX. También de 2023, es la historia de una superviviente de esa época que rememora aquellos días ya en Perú, lugar al que llega con sus padres durante su huida de la guerra y la violencia. Pese a lo anterior, esta no es una novela histórica, sino introspectiva, en el que la protagonista explora la culpa consigo misma acerca de las decisiones que tomó y, sobre todo, de las que no, es un ejercicio por hacer las paces consigo misma. El mérito incrementa cuando notamos que no apela a un melodramatismo fácil, siendo su mayor flaqueza la insuficiente exploración psicológica en el esposo de ella, pero tampoco entorpece demasiado la historia y el desenlace. En cuanto a las sinopsis de las novedades peruanas, este me parece un “soplo de aire fresco”.
8. Proyecto diabólico (John Saul): publicada en 1982, es una novela de terror con esa atmósfera propia de la Guerra Fría y las conspiraciones por doquier. La historia gira en torno a dos madres, cuyos hijos han sufrido destinos oscuros, uno fallecido y el otro desaparecido. El desarrollo de la trama tiene tópicos de las novelas de misterio y del thriller médico, por lo que tal vez algunas partes no sorprendan tanto, pero sí consigue plasmar la desesperación de ambas protagonistas y el horror detrás de lo sucedido. La violencia es mostrada de manera indirecta en su mayoría de veces, lo que refuerza la sensación impotencia (y verosimilitud) en las que los civiles no tienen el suficiente poder para enfrentar el peligro oculto. Sin embargo, lo que lo trae a este puesto es su final, uno de los mejores que he leído hasta ahora en la literatura de terror.
7. Tren de ficción (Carlos Lavida): un cómic peruano de 2012 se coló en este puesto, 13 años después de su publicación. Esa tardanza no se compara con la del Metro de Lima, cuya construcción inició en los años 80 con el primer gobierno de Alán García y finalizó en su segundo mandato, ya en nuestro siglo. Ese es el trasfondo de esta historia que simboliza la real, en la que el protagonista vive en los rieles del tren (antes del término de su construcción) mientras vemos de manera alterna su día a día, su infancia y un vacío dejado por su padre ante su temprana muerte. La trama es sencilla, pero la carga simbólica y la exploración psicológica de su protagonista en consonancia con el dibujo y sus “silencios” bordean el lirismo de un poema.
6. El unicornio (Iris Murdoch): si bien es de 1963, tiene el nivel suficiente para crear atmósferas enrarecidas para estar acompasado con libros actuales, que buscan también la ambigüedad. En este caso lo ambiguo no radica tanto en la historia, ya que trata sobre una mujer encerrada en una mansión (por voluntad propia) junto con sus criados a la espera de su esposo, sino sobre las verdaderas intenciones de los personajes. Inclusive cuando ya se llega al desenlace permanecen dudas sobre los actuares tan peculiares y extraños de sus personajes, que a simple vista parecen normales. Gracias a la narradora protagonista, una nueva empleada, podemos presenciar todo el escenario y participar de este cuento de hadas turbio, y junto con ella del descenso a la incertidumbre.
5. Rosalera (Tade Thompson): una novela que deseaba leer hace unos años desde que fue anunciada en español en 2019 por Alianza, aunque fue publicada originalmente en 2016. En cierta medida no es una novela original, ya que reúne tópicos de la ciencia ficción (primer encuentro, mutaciones corporales, agentes del gobierno), pero su aporte es la perspectiva y ambientación africanas dadas a ellos en una historia transcurrida en Nigeria. Se narra las desventuras de un psíquico en una ciudad habitada por un domo de origen extraterrestre, ante el cual acuden los ciudadanos enfermos para conseguir un “milagro” o modificación celular para curarse (si tienen suerte). Esa es la punta del iceberg, ya que hay varios tiempos y giros en la novela. Si se le pueden ver defectos, estos serían su estilo escritural directo, demasiado directo, sin espacio al efecto estético de la palabra; asimismo, la agilidad de las escenas facilita la lectura, pero diluye el impacto emocional de algunos momentos. Por lo demás, es una reinvención del modelo estadounidense del género y algo creativo por leer.
4. La espada de hiedra (Tasha Suri): es la segunda entrega de la saga Reinos en llamas, publicado en 2023 con una primera novela de 2022, El trono de jazmín. Tanto como la primera, la autora consigue abordar el tema del amor sin subestimarla ni reducirla a una historia empalagosa que olvida el trasfondo político creado en su mundo de fantasía, que aquí devela aún más su lado político que en la primera entrega y las responsabilidades de ambas protagonistas ante sus nuevas posiciones. A ello se le suman las diferencias culturales (choque de religiones) y el conflicto entre los deseos personales y los deberes gubernamentales que prometen un tercer libro aún mejor, ya que se abrieron nuevos caminos en esta continuación. Espero que la siguiente novela esté a la altura, el final fue muy prometedor.
3. Los genocidas (Thomas M. Disch): es de esas novelas no hechas para “caerte bien”. Publicada en 1965, cuenta las vivencias de personajes amorales desde nuestra perspectiva, ya que la sociedad ha desaparecido por la invasión de plantas gigantescas, la cual obliga a los supervivientes a replantear sus formas de organización social para conseguir sobrevivir una temporada más. Los personajes se hallan bajo la tiranía de un anciano, totalmente patriarcal, al cual se someten a cambio de algún viso de orden y seguridad frente al peligro que representa el crecimiento del mundo vegetal. Aunque la historia es interesante de por sí, su atractivo se encuentra en el tratamiento de la moral y su maleabilidad de acuerdo a las sociedades, al modo en que las visiones sobre lo bueno y lo malo, lo aceptado y lo prohibido, varían. Como ejercicio de un experimento social, enfrenta al lector al replanteamiento de sus ideas sobre la moralidad, y eso me encanta.
2. Macanudo #1 (Liniers): apareció por primera vez en 2004 y a día de hoy es uno de los representantes de las historietas latinoamericanas, me parece que al nivel de Mafalda o Condorito, sin ser una copia de ellas. Y lo sé tras leer un primer tomo excelente que mantiene algunos personajes recurrentes en lo que el humor y la reflexión existencial coexisten y se fusionan sin ser pedante, sino natural, chistoso, ingenioso. Personalmente, fue como volver a mis inicios lectores con Condorito cuando cada tira de viñetas era una aventura por no saber qué habría a continuación, solo que aquí la densidad reflexiva permitía que algunas historias se pudiesen interpretar y llevar al lector a la catarsis. Inclusive hay algunas que no son tan cómicas, sino angustiantes, según la edad en que uno las lea.
1. Historia de Mayta (Mario Vargas Llosa): es mi cuarto viaje hacia la producción de Vargas, aparecida por primera vez en 1984. Es ambiciosa, pero sabe cuáles son sus límites al punto de aprovecharse de estos. Sigue la investigación del propio autor para conocer la vida de Mayta, un exguerrillero que durante los años 50 intentó luchar con armas en Jauja sin mayor éxito, por lo cual se vale de diversos testimonios para reconstruir su vida. El proceso de por sí es interesante, pero su verdadera genialidad es la disposición del contenido en dos partes, una sobre la recabación de información en sí y la otra sobre las vivencias de Mayta. Esta construcción desnuda la ficcionalización, la revela para el lector al presentar como un personaje más al escritor y la propia escritura de la novela como una subtrama. Hay varias capas discursivas que se vale del flujo constante entre pasado y presente, cambios que no obedecen a una simple repetición de saltos entre los tiempos, sino a la precisión del momento en que es necesario el traslado temporal, tanto que parece que tuviese su propio ritmo. Es una novela que, en la imperfección y problemas que presentan la reconstrucción de una historia real trasladada a la ficción, supo jugar con la literatura misma para desestabilizar la verdad en una pregunta constante, subyacente: ¿quién puede conocer a Mayta más que él mismo?