¿Ciencia ficción? El caso de una novela peruana apocalíptica casi desconocida

Te encuentras en tu casa, realizando labores de todos los días, o tal vez en el bus dirigiéndote al trabajo o a tu centro de estudios. La vida sigue su curso normal. Pero, de pronto, los muertos empiezan a caminar por las calles devorando y transformando a otras personas. O naves extraterrestres descienden del cielo aniquilando ciudades. O una enfermedad artificial se dispersa de manera vertiginosa alrededor del mundo. Quien sabe. El fin del mundo tiene varias opciones de modo que es, en sí mismo, un tema tan importante en la literatura como las migraciones o los conflictos amorosos. Y aun así, en la literatura peruana no existen muchos ejemplos seguidos sino hasta nuestro siglo, salvo por algunas excepciones. Hoy conocerás una.

Un poco de vivencia personal (que no es relleno): me encontraba releyendo el artículo «La ciencia ficción peruana», de Carlos Abraham ―digitalizada en la web de la Revista Iberoamericana―, de manera más atenta para saber si había algún título que hubiera pasado por alto. Si bien encontré algunos, todos pertenecían a escritores del cual ya había escuchado, a excepción de una: Consuelo Boza, cuyo seudónimo literario es Eva Rosack. El autor del artículo solo la citó, ya que no pudo hallar la novela en cuestión. Entonces decidí buscarla en la Biblioteca Nacional de Lima, y tuve éxito ya que no solo estaba ese libro, sino dos más de Boza de corte realista (según Abraham). Y es así como pude leer al fin el texto con uno de los mejores títulos que conozco: 12:01 p.m. en el 2000, publicado en 1962.

Historia 

Como se notará, no tiene una gran trama y, en general, no es una gran novela. De hecho, es pésima. Mas desde un punto de vista histórico tiene el valor de ser una de las pocas novelas peruanas del siglo XX que abordan la temática del apocalipsis. Así que es mejor valorar el texto desde esta perspectiva, aunque en apariencia sea una historia de corte religiosa, realista y amorosa.

La novela es el resultado de los escritos de dos personajes: Carmen Marina y su madre María Elena. La primera se encuentra en la cumbre de una montaña cuzqueña y, ya en el futuro con respecto a la fecha de publicación (nuestro siglo), recuerda todo los sucesos acaecidos hasta la fecha. Ya para aquel entonces, la tragedia mundial ocurrió. En cierta manera, se nos ofrece el resumen en la introducción.

Carmen Marina escribió este libro inspirada en la belleza de la Naturaleza.

Sentada sobre una enorme piedra en la cumbre de una montaña, desde allí divisaba en el paisaje el cielo celeste y rosa, y la tierra cubierta de brotes en diferentes especies.

Con sus ojos corporales veía y admiraba la obra de Dios en su creación.

Con los ojos de su alma veía claramente las obras de la maldad humana al tiempo que recordaba la historia de su madre, de su hermana Rosa Albina y la tragedia que por sus antojos y caprichos como por la moda forjó el espíritu del mal en la vida de María Isabel, media hermana suya.

Sobre aquella bellísima y elevada montaña peruana empezó Carmen Marina su escritura.

(…)

En su mayoría de edad Carmen Marina leyó el libro en el que su madre escribió sus Memorias. Ella las sumó a sus experiencias y describió este libro en forma de novela.

La historia empieza en el Año de 1969 y termina a las 12 y un minuto del Año 2000.


En primer lugar, seguimos la tragedia de María Elena, quien conoce y se casa con Manuel a sus 22 años. Su esposo llegó tierras peruanas para poder aprovecharse del dinero de alguna mujer, fingiendo provenir de clase social alta. Seduce a la protagonista y, tras concretar la boda, utiliza sus ingresos para continuar sus reuniones sociales y aparentar la construcción de un nuevo negocio. Pero todo es falso. Con el pretexto de un viaje de emergencia familiar, huye con la plata hacia México para divorciarse y casarse con otra mujer, abandonando a María y a sus dos hijas (Rosa Albina, la mayor, y Carmen Marina, la menor) en la pobreza. Y esa es una de las últimas apariciones de la madre.

Luego de cierto tiempo ella se casa con su amigo Emilio, con el cual tiene su última hija, María Isabel, y se entera de la muerte de Manuel, muerte que la alcanza también en poco tiempo, cerrando su etapa e iniciando el nuevo ciclo de la descendencia. Desde aquí tanto Rosa como Carmen viven una serie de problemas causados por otras personas que en realidad no aportan a la trama principal, salvo tal vez por su hermana Isabel, quien en su encaprichamiento por fastidiarlas consigue que el pretendiente de Rosa se case con ella por obligación y con resultados fatales: un choque de auto provocado por una Isabel ebria y que mata a Juan Luis, su ahora pareja, por lo que es apresada. Una telenovela dramática.

«Catástrofes espantosas»

Lo ya mencionado ocupa las primeras 112 páginas de un total de 159 en aquella primera edición. Parecía que tan solo era una novela con mucho melodrama, y sobre todo dirigido a un público católico por sus enseñanzas morales explícitas basadas en la doctrina cristiana. Sin embargo, y sin ningún aviso previo, en la página 113 la historia cambia de manera abrupta. Ocurre en los últimos días de 1996. Las naciones en todo el mundo presentan un paisaje apocalíptico debido al incremento de malformaciones, el hambre y la crisis política, entre otros elementos.

En Perúnadie desea presentarse las elecciones presidenciales como candidato, por lo cual se toma la decisión de reelegir al de entonces. La situación no puede ser más que curiosa por parecer una profecía de lo que ocurrió realmente durante esa época, en el cual el expresidente Alberto Fujimori fue reelegido (1995). Pero solo parece, pues el mandatario de la novela en realidad no desea volver a gobernar. Se encuentra cansado por todo su trabajo.

El origen de este apocalipsis se encuentra en la espiritualidad de la sociedad humana. La narradora ofrece un discurso católico que interpreta la catástrofe como una consecuencia de la maldad humana y de su alejamiento de Dios. Además, el proselitismo religioso se refuerza con un sueño de Carmen Marina. En él, Satanás manda a su enviado para ser el candidato a la presidencia, pero tiene como rival a Carmen, quien desenmascara los fines totalitaristas de ambos y motiva el rechazo de la gente; tras ello, es elegida presidente y promete reunir el gobierno con el catolicismo para arreglar los problemas morales de la sociedad moribunda. Y, aunque es un sueño, en la realidad del libro los problemas desaparecen mágicamente por el aumento del fervor católico. Finalmente, llega el año 2000 en medio de una comulgación masiva de Año Nuevo gracias al cambio espiritual, que a su vez significó el final del apocalipsis.

¿Es la primera muestra literaria peruana sobre el tema? No exactamente. Ya se publicó en 1916 el cuento «Finis desolatrix veritae», de Abraham Valdelomar, el cual aborda a un personaje convertido en esqueleto que despierta en un futuro post-apocalíptico, y algún otro ejemplo se me debe escapar ahora. No obstante, la presente novela de Consuelo Boza constituye una rareza en la literatura maravillosa (debido al discurso religioso) con un toque de ciencia ficción (gracias a un apocalipsis culminante) en la producción peruana. Pero tiene otro valor. No solo sirve para ampliar nuestra visión de esta literatura, sino para detectar las expresiones culturales de temor ante la llegada de un nuevo siglo, el futuro incierto hacia el segundo milenio. Al fin y al cabo, el 2000 fue una fecha predilecta para las hipótesis apocalípticas, por lo menos desde 1962.





 

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