Resulta ser un detalle muy simpático de la vida que las cosas modifiquen su propio sentido. Los fanzines suelen ser publicaciones artesanales publicadas en papel alejados de la parafernalia industrial editorial. Y este es el caso de la publicación del título. Sin embargo, durante la cuarentena, la editorial Limbo decidió colgar en internet todo su contenido como parte de otras iniciativas similares destinadas a ofrecer literatura gratuita a todos.
De tal manera, el fanzine Muerte Súbita accedió al mundo digital, combinando dos soportes en su corta historia y llevando el mundo de la publicación artesanal a los bits. Lo menciono ya que, independientemente de la calidad de los textos, ofrece la oportunidad a sus autores y editores de llegar a más personas.
Al respecto, apareció originalmente en agosto de 2019 a cargo de la ya mencionada editorial peruana Limbo. Y a diferencia de otras publicaciones que inciden en el menosprecio de la crítica académica nacional sobre lo fantástico, en esta ocasión el texto editorial reconoce el auge de los últimos años motivado por editoriales independientes, fenómeno al cual se inserta. En cuanto a su edición, se encuentra muy cuidada en el apartado visual. La carátula, la tipografía de los títulos y las pequeñas ilustraciones tienen un patrón estilístico propio que da a entender su carácter oscuro y grotesco de acuerdo a su tipo de historias. Al ser un magazín, es un detalle que se agradece mucho.
En total hay 6 cuentos de autores diversos en cuanto a nacionalidad: Argentina, Perú, Portugal, España y México. Todas las tramas presentan historias siniestras en donde es mejor no guardar esperanza, pues las situaciones siempre pueden empeorar. Más allá de ello, es mejor detallar de qué tratan y cuál es su nivel de calidad:
- “El visitante” (Alejandro Baravalle): en una dimensión similar al inframundo, un sujeto parte en búsqueda del demonio que atormenta a una familia. Sin embargo, su labor será más complicada de lo imaginable. Su punto fuerte sin duda es la ambientación del espacio entre el horror del vacío, el silencio y lo que se esconde, lo desconocido. Sin embargo, el desarrollo es pobre y no termina de asemejarse a una anécdota más que a un relato original y potente más allá del recorrido, el enfrentamiento y la conclusión.
- “La muerte onírica o el abismo de la carne” (Francisco Negrete): Horts Schüller viaja hacia Ciudad Omega para investigar un caserón con mucha fama paranormal. Una vez adentro, halla un gran agujero en el suelo habitado por una masa de carne amorfa y viva, quien le relatará cómo transitó de humano a monstruo. La historia es interesante y redonda en cuanto a conflicto y resolución, pero la prosa es mala y los diálogos se sienten planos, sobreactuados y no con una buena caracterización y diferenciación de personajes, sobre todo por el uso impertinente de adjetivos.
- “Maullido mortal” (Nilton Hernández): tras la separación con su pareja, un chico encuentra y adopta al gato que halla en la puerta de su casa. Su convivencia era sana hasta que, un día, regresa borracho y golpea al minino desatando consecuencias nefastas para su vida. Es de los dos mejores cuentos no solo por tener un desarrollo llamativo, aunque simple, sino por darle fuerza a la voz del narrador protagonista, por dejar sentir su personalidad en la manera de narrar los eventos y hacerlo creíble.
- “Danza macabra” (Samir Karimo): en un mundo donde se pueden escoger actrices virtuales “a la carta” para los deseos de los clientes, el protagonista elegirá a la muñeca Samanta para presenciar en vivo una danza del vientre; vamos, para excitarse. Aunque el cuento tuvo oportunidad de brillar por la idea elegida de una muñeca con ansias de sentirse real, en realidad finalizó de manera casi abrupta, con un mal ritmo narrativo y una escritura muy poco trabajada.
- “Exorcismo” (Walter Ugarte): ambientado en un lejano pueblo de la Amazonía, un sacerdote asiste urgentemente a la casa de su ayudante por un supuesto caso de posesión a la hija. Aunque cumple con los elementos del exorcismo ya conocidos, no renueva el tema y culmina con un cliché de las historias sobre posesiones y demonios.
- “La carne era esto” (Jose Ángel Conde): buen cuento; de lejos, el mejor del número. Prašič es un sobreviviente de la guerra en los Balcanes. Tras huir de los campos de concentración serbios es hallado moribundo por un grupo de guerrilleros liderados por Silvanus, un exmonje que inculca a su grupo la devoción por los cerdos. Y el protagonista, un amante de lo visceral, la carne y las violaciones, decidirá infiltrarse como trabajador en un pueblo desconocido cuando sus compañeros tomen rumbos distintos. Personalmente no soy muy amante del gore, y vaya que este relato es muy explícito. Pero, así como existe una estética de la belleza, también lo hay de lo grotesco con su propia lógica de oda al cuerpo como elemento frágil y moldeable a los instintos más pérfidos. El trasfondo de esta historia no es en sí los eventos, sino la propia mentalidad asesina del protagonista cuando mediante el narrador nos adentremos a escenas y descripciones sensoriales demasiado asquerosas. No es apto para todos, pero su contenido es totalmente coherente y goza de una prosa decente para detallar los sucesos.
Además de lo anterior, hay una reseña al libro Objetivo miedo, del escritor mexicano Antonio Malpica que, si bien nos adentra en la elaboración de la trama, no incide en los porqués de sus bondades literarias, algo que debería estar presente para convencer a los lectores de su lectura. Y, por último, se incluye el gran poema de Lovecraft “Nyarlatothep”, aquel caos presente ya en el antiguo Egipto e inclusive desde épocas mucho más remotas.
Muerte Súbita tiene un diseño editorial con personalidad como gran punto fuerte. Sin embargo, se debe cuidar mejor la redacción, puntuación y calidad de las historias para llegar a impactar realmente a los lectores del terror con tramas atrevidas, no tan típicas y a la vez ingeniosas.
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Detalles técnicos:
Año de publicación: 2019 (agosto)
Nº de páginas: 30